El ex presidente colombiano Álvaro Uribe
acusó en su cuenta de Twitter a Hugo Chávez de convertir a su país en
un “paraíso del narcotráfico y refugio de terroristas” tras la reciente
muerte de 12 militares colombianos en un ataque de las FARC en una zona
rural de la Guajira limítrofe con Venezuela. Según el comandante del
Ejército colombiano, general Sergio Mantilla, los entre 70 y 80
guerrilleros que participaron en el golpe habrían cruzado la frontera
venezolana antes y después del ataque.
Las acusaciones de connivencia de las
autoridades venezolanas con el narcotráfico y las FARC no son nuevas,
pero se han hecho más insistentes tras las recientes denuncias de dos
jueces del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) venezolano que huyeron del
país. Según el ex magistrado del TSJ, Luis Velásquez Alvaray, que se
exilió en Costa Rica en 2006 tras ser acusado de corrupción, entre los
“generales favoritos” de Chávez hay varios narcotraficantes que integran
el poderoso “cártel de los Soles”.
Por
su parte, Eladio Aponte, otro ex miembro del TSJ, ha hecho cargos
similares contra las cúpulas militar y judicial venezolanas tras
prestarse a colaborar con la DEA, la agencia de antidrogas de EE UU,
desde Panamá, donde se refugió tras ser relevado de su cargo en medio de
revelaciones sobre sus nexos con el narcotráfico. También un empresario
venezolano de origen sirio, Walid Makled, enriquecido por los contratos
de viviendas del Estado y hoy procesado por narcotráfico y asesinato en
Venezuela después de que fuera extraditado en 2010 a ese país por el
gobierno colombiano, reveló en una entrevista que había tenido a más de
40 de altos oficiales del ejército venezolano en su nómina y a los que
pagaba un millón de dólares mensuales por su “protección”.
Sobre Makled pesa la acusación de
suministrar los insumos químicos que alimentan los laboratorios de
cocaína de las FARC en la selva colombiana y de haber introducido
toneladas de cocaína en EE UU. Abandonado en una celda en una prisión
colombiana, ante su inminente deportación a Venezuela, Makled habló con
El Nacional (10-10-2010) al sentirse traicionado por los militares de
alto rango, los diputados y magistrados del TSJ y los dirigentes del
Partido Socialista Unificado de Venezuela que, según él, protegían sus
operaciones. “Tengo videos y grabaciones de conversaciones telefónicas
de todos ellos”, aseguró.
Eladio Aponte |
Desde hace tiempo, se han hecho
habituales en el país operaciones de sicariato ordenadas por los
narcotraficantes que han infiltrado a las fuerzas de seguridad. Pero
nadie cree que Aponte o Velásquez estuvieran fuera de ese juego. Según
diversas versiones de la prensa venezolana, cuando estaban en ejercicio,
su primer cliente era el gobierno, que los usaba para perseguir
enemigos políticos, contra los que fraguaban sentencias condenatorias y
negándoles los derechos que les asistían para defenderse.
Según escribe Moisés Naím en el último
número de Foreign Affairs, lo que sucede en Venezuela forma parte de un
fenómeno global más amplio: la penetración del crimen organizado en los
aparatos estatales, lo que ha provocado la aparición de “Estados
mafiosos”, en los que los sindicatos del crimen terminan comportándose
como apéndices de los gobiernos, gozando de la ayuda de jueces, espías,
generales, ministros, policías y diplomáticos.
Ese proceso ha convertido el crimen
transnacional en un asunto de seguridad internacional porque las mafias,
en esta nueva fase de su desarrollo global, cuentan con la protección
legal y los privilegios diplomáticos que antes solo disfrutaban los
Estados. Naím cita como un ejemplo paradigmático de esa metástasis del
cáncer delictivo, el caso de Jackie Selebi, el comisionado de la Policía
Nacional de Sudáfrica que fue nombrado en 2006 presidente de Interpol,
un cargo desde el que abogó por el fortalecimiento de la cooperación de
las autoridades policiales mundiales para combatir el crimen
transnacional. En 2010 Selebi fue condenado a 15 años de prisión en su
país por aceptar un soborno de 156.000 dólares de narcotraficantes.
Walid Makled |
Otro caso notorio de corrupción en las altas esferas es el
del general boliviano René Sanabria, ex director de la agencia antidrogas de
ese país, detenido en el año pasado en Panamá por agentes federales de EE UU,
acusado de haber planificado el embarque de cientos de kilos de cocaína a
Miami. Sanabria fue condenado a 14 años de prisión en Florida tras declararse
culpable de los cargos que se le imputaban.
En su comparecencia
ante la comisión de Relaciones Exteriores del Senado de EE UU, Douglas Farah,
investigador sobre crimen y terrorismo del International Assesment and
Strategic Center, sostuvo que las organizaciones criminales y las terroristas
utilizan los “mismos canales, las mismas estructuras ilícitas y explotan las
mismas debilidades de los Estados”. Esas organizaciones, según Farah, están
convergiendo en “entes híbridos” como las FARC.
Venezuela aparece vinculada a muchos de esos casos,
especialmente después de que en 2005 el gobierno de Chávez expulsara a la DEA.
Según la Oficina de la ONU contra las Drogas y el Crimen (UNODC), Venezuela
suministra hoy al menos la mitad de la cocaína que llega a Europa. El gobierno
de Caracas asegura que está capturando más drogas que nunca antes y que desde
2005 ha extraditado a EE UU a 69 grandes “capos” del narcotráfico.
Sin embargo, sus propias datos muestran
un caída del 50% en la cocaína incautada entre 2005 y 2010. Según la
DEA, el 90% de los aviones que llevan cocaína colombiana despegan de
Venezuela. Las bandas están especialmente activas en el Estado de Apure,
utilizado como la zona de aterrizaje y salida de los aviones que parten
cargados de cocaína rumbo a Centroamérica, el Caribe, EE UU y África
occidental, desde donde se dirigen a Europa. Los cargamentos de droga
lanzados desde el aire en el Caribe son recogidos por lanchas rápidas
que las llevan a Haití, Honduras y Guatemala en tránsito a México y EE
UU. Entre 2006 y 2008, la mitad de las embarcaciones capturadas con
cocaína en el Atlántico por el servicio de guardacostas norteamericano
habían partido de Venezuela, frente al 5% que lo habían hecho de
Colombia.
Las evidencias contra los ‘narco-generales’
Ramón Rodriguez Chacín |
Un informe del departamento del Tesoro
de 2008, acusó a los generales Henry Rangel Silva, nombrado ministro a
principios de este año, y Hugo Carvajal Barrios, director de la
contrainteligencia militar, y a Ramón Rodríguez Chacín, ex ministro de
Justicia y del Interior de Chávez, de estar involucrados en el
narcotráfico y de ser los enlaces del gobierno con las FARC.
Traficantes venezolanos han sido
arrestados en México, España, Holanda, República Dominicana, Grenada,
Santa Lucía y países africanos como Ghana y Guinea-Bissau. La ofensiva
del gobierno de Bogotá contra sus operaciones, ha obligado a los narcos
colombianos a utilizar el territorio de Venezuela, aprovechando la
porosidad de una frontera de más de 2.000 kilómetros para alcanzar los
mercados de EE UU y Europa.
El informe del Tesoro señala que las
FARC y los carteles colombianos tiene un aliciente adicional: la
colaboración de unidades de las fuerzas antinarcóticos de la Guardia
Nacional venezolana y de la policía. Venezuela es hoy además un centro
de operaciones de traficantes de personas, lavado de dinero, contrabando
de armas y petróleo. El periodista venezolano Manuel Malaver sostiene
que el hecho de que no haya estallado en Venezuela una guerra entre
carteles rivales como en México, es una demostración de que las bandas
han alcanzado un ‘modus vivendi’ con las fuerzas de seguridad, que
arbitran sus conflictos.
Según informes de inteligencia y de la
UNODC, la cocaína cruza el Atlántico desde Venezuela a África en aviones
de carga y barcos mercantes hasta aeropuertos y puertos como Dakar
(Senegal) y Accra (Ghana), donde los cargamentos son troceados y
transportados a Europa por viejas rutas de contrabando terrestres y
marítimas.
En África occidental, países enteros
han caído en manos de los carteles. El valor de la cocaína que transita
por países como Guinea-Bissau con dirección a Europa multiplica varias
veces el tamaño de su economía. Esa región incluye a 10 de los 20 países
más pobres el mundo, lo que los hace especialmente vulnerables al poder
corruptor del crimen organizado transnacional. La UNODC estimó que solo
en 2006 unas 40 toneladas de cocaína, con un valor de mercado de 1.800
millones de dólares, transitaron por la región.
Henry Rangel Silva |
Según Antonio Mazziteli, ex director de
la UNODC, el gobierno de Guinea-Bissau “vendió” en 2009 el acceso a
varias de las 90 islas del archipiélago de Bijagós a los narcos para que
las utilizaran como trampolín de sus embarques hacia Europa. El 1 de
marzo de 2009, el jefe del ejército de ese país, general Batista Thagme
Na Waie, murió en una explosión y horas después, el presidente Joao
Bernardo Vieria fue asesinado por soldados del ejército. Probablemente
ambos crímenes fueron cometidos por militares comprados por el
narcotráfico. Ninguno de esos dos crímenes ha sido resuelto.
En noviembre de 2008, un Boeing 727 que
había despegado de Venezuela cargado de cocaína aterrizó en un desierto
en el norte de Malí. Después de descargarlo, sus tripulantes le
prendieron fuego para borrar huellas. En abril de ese año, las
autoridades de Sierra Leona extraditaron a EE UU seis hombres -dos de
ellos venezolanos- por utilizar aviones para transportar drogas.
Brian Lattel, ex especialista de la CIA
en Cuba, cree que los vínculos de la isla con el narcotráfico
terminaron en fracaso, cuando Fidel Castro, al verse descubierto por la
DEA, hizo fusilar al general Arnaldo Ochoa y al coronel Tony de La
Guardia para salvaguardar el prestigio del régimen. La escritora
venezolana Elizabeth Burgos sostiene, por su parte, que el “mecanismo
mimético” que ha establecido Chávez con Cuba, llevó a su gobierno a
imitar el sistema castrista y las variaciones que éste ha ido
incorporando durante medio siglo, sobre todo su involucramiento en el
tráfico de drogas, que le abría a Cuba la posibilidad de llenar el vacío
dejado por la suspensión de los subsidios soviéticos.
Burgos dice que escuchó mencionar por
primera vez esa estrategia a funcionarios cubanos en Chile durante el
período de la Unidad Popular, bajo el pretexto de que esa actividad se
justificaba por el enfrentamiento con el imperialismo, dado que EE UU
era el primer consumidor y, por tanto, la primera víctima de la
adicción.
Al reconocer a las FARC como “ejército
beligerante” Chávez dio el primer paso para la aceptación del
narcotráfico como “arma contra el imperialismo”, con lo que convirtió a
la cuenca del Orinoco en la autopista fluvial de la cocaína producida en
Colombia, materializando el sueño de utilizar la droga como “arma
revolucionaria”. Incluso los analistas más benévolos con Chávez creen
que el líder bolivariano prefiere mirar a otro lado por su necesidad del
apoyo de la cúpula militar.
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