29/7/12

OSWALDO ÁLVAREZ PAZ, MENSAJE A LOS DEMÓCRATAS

Todos sabemos de la inmoralidad del régimen actual. Del uso y abuso del poder político y económico concentrado en manos del Presidente mediante el cual se esconde la enorme cobardía del régimen en prácticamente todas sus actuaciones. 
No es un secreto el ventajismo descarado con las cadenas, apenas un detalle del problema. De las especulaciones alrededor de las misiones y la disposición opositora de supuestamente acabarlas, de la decisión de mantener pobres a los pobres y de empobrecer al resto del país para que todos dependamos del estado-gobierno para comernos un pedazo de pan o tomarnos un vaso de leche. Tampoco es un secreto el retroceso espantoso en todas las áreas de la vida nacional. 
Nada funciona bien en Venezuela. El país está en quiebra, convertido en un pobre país pobre, a pesar de los recursos fiscales que manejan como les da la gana. Somos los “venaditos” de Latinoamérica, el hazmerreír de grandes y pequeños en el mundo entero. Esto unido a la enfermedad del comandante-presidente, a sus evidentes limitaciones físicas y mentales los obliga a apelar a todo tipo de armas para sembrar el miedo en la población, temor en el ciudadano común por las represalias a que se expone y avanzar en un fraude de ejecución progresiva a la vista de todos. Se trata de represión abierta y encubierta, de violencia física e institucional, que puede ser peor, mediante el chantaje y la amenaza. Malas señales.
Hugo Chávez perdió la mayoría. La nación lo rechaza en términos impresionantes. La credibilidad está en el suelo, incluso dentro de su propio mundo. El deslizamiento hacia la oposición no se detiene, aunque no todos estén aún dando apoyo a Capriles Radonsky. Quienes lo abandonan no se devuelven, a pesar de las presiones. 
La alternativa democrática crece como la espuma. Se apoderó de la calle y del sentimiento real del ciudadano común, hastiado y fatigado de esta cosa que tenemos como gobierno. Del mundo que apoya a Capriles nadie se retira para plegarse al oficialismo. Sucede todo lo contrario. Chávez está espantosamente solo, aunque no es un huérfano, ni menospreciable el poder que aún dispone. Ya no confía en nadie porque sabe que nadie puede confiar en él. Está demasiado alterado. Tiene perdidas las elecciones. De allí el esfuerzo sobre humano para proyectar invencibilidad o miedo. Está mal.
El juego está descubierto. La alternativa democrática se prepara para la batalla final en todos los terrenos. Conocidos los trucos y el juego perverso del régimen, 
Chávez cree contar incondicionalmente con dos factores que ha tratado de magnificar en los últimos días. Vale la pena resaltarlos. Uno es el Consejo Nacional Electoral, CNE, a su servicio, pero demasiado visto y bajo un control mayor del que las rectoras chavistas puedan imaginarse. Lo reflejan el anodino documento firmado la semana pasada y la firme posición de Capriles cuestionando la imparcialidad del organismo. Su equipo de campaña sabe todo lo que se prepara desde allí. Se prepara adecuadamente. Será dura la lucha y habrá momentos de gran tensión, pero la voluntad general de la nación terminará imponiéndose.
El otro factor es la fuerza armada nacional. En cualquier nación civilizada Chávez sería reo por varias violaciones constitucionales y legales. Entre las más importantes está el menosprecio a la FANB, a todos los legalmente uniformados, a sus componentes institucionales y a una oficialidad que se siente ofendida con esos calificativos de revolucionarios, socialistas y chavistas, vomitados sobre el texto de una Constitución que juraron sostener y defender. Lo harán en su momento. Será la hora del desconcierto y la locura para algunos altos mandos convertidos en vergüenza de la patria. Es la hora de luchar sin desmayo. 
“Vacilar es perdernos”.

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