Su respuesta fue sorprendentemente disonante, grosera y fuera
de la realidad. No le escuche un solo argumento contra los planteamientos de
fondo que hizo Henrique Capriles, limitándose a tratar de descalificarlo con
ofensas y señalamientos personales que lo único que muestran es su desespero ante
la certeza del progresivo fortalecimiento de su imagen y popularidad.
Henrique Capriles, lo primero que
hace en su mensaje es señalar una realidad indiscutible: “los miembros de la
Fuerza Armada y sus familiares sufren los mismos problemas que los venezolanos”.
Resaltar esta verdad era de suma
importancia para diferenciar la
camarilla militar, beneficiaria de infinitas canonjías por parte del régimen,
de la gran mayoría de los miembros de la Fuerza Armada que sólo reciben
pequeños ingresos y muy limitados beneficios. De inmediato plantea su filosofía
de mando: “Todo comandante tiene una responsabilidad principal: garantizar el
cumplimiento de la misión y el bienestar
del personal militar. Ese será mi compromiso como próximo comandante en Jefe de
la Fuerza Armada”. Esta frase deja en claro las prioridades de su acción.
Primero, el cumplimiento de la misión; segundo, el bienestar del personal
militar.
De inmediato define la misión: “La
defensa de la integridad de nuestro territorio forma parte de la lucha por la
soberanía y la independencia. Como comandante en Jefe rechazaré categóricamente
la presencia y el reconocimiento de
grupos armados en nuestro territorio”.
Demuestra entender las exigencias de sus futuras funciones al aplicar un
principio fundamental de la acción militar: al establecerse la misión se
definen los medios a utilizarse. “El servicio en nuestra frontera no puede ser
un castigo. Requiere más bien de excelente apresto operacional, instalaciones
bien equipadas, y personal con la mejor actitud y entrenamiento. La
soberanía y la independencia también tienen
que ver con el equipamiento y la capacitación. Modernizaremos nuestros
equipos y aseguraremos la formación de nuestros efectivos”.
Después de establecer la misión, y
ofrecer los medios para cumplirla, analiza con precisión un conjunto
debilidades que, durante el actual régimen,
ha mostrado la organización militar: “No podemos permitir que el
narcotráfico, la guerrilla y los grupos paramilitares infiltren y usen nuestras
instituciones”. Esta dolorosa realidad ha empezado a ser el problema más delicado que limita la capacidad de la Fuerza Armada
en el cumplimiento de su misión de garantizar la integridad de nuestro
territorio. En la práctica nuestras fronteras se encuentran controladas por
distintos grupos de delincuentes que comprometen de una manera muy grave la
presencia del Estado venezolano en dichas zonas. El clamor de los pueblos
fronterizos es de tal angustia que muestra una realidad que exige una inmediata
actuación de la Fuerza Armada para restablecer el orden y la seguridad.
La segunda parte de su intervención
la dirigió a analizar la situación social de los miembros de la Fuerza Armada y
sus familiares: “Detrás de cada uno de nuestros militares hay una familia que
tiene mucho tiempo esperando que su vida mejore. Yo me comprometo a lograr la
aprobación de un nuevo sistema de seguridad social para la Fuerza Armada.
Existen proyectos de ley que por falta de voluntad no se han aprobado.
Necesitamos un plan que esté orientado a satisfacer las necesidades de un
militar que hace carrera, que esté basado en un proyecto de vida de calidad que
incluya a su familia”. En verdad, el
personal militar y civil de la Fuerza Armada enfrenta una difícil situación
social que comienza por los bajos sueldos, las pequeñas pensiones, un limitado
seguro de hospitalización y el doloroso
colapso de los hospitales militares.
La respuesta de Hugo Chávez a esos
trascendentes planteamientos ha sido totalmente desacertada. Vincular a
Henrique Capriles con el affaire del radiograma es un absurdo que no merece
responderle. Sostener que la burguesía
odia a la Fuerza Armada no tiene sentido. Siempre los venezolanos, sin
diferencias de clases sociales, han sentido por ella respeto y admiración. La
mejor demostración de esta verdad fueron los elevados porcentajes de aceptación
que hasta 1998 tenía la Institución Armada, al ser considerada, junto a la
Iglesia Católica, como las dos instituciones más prestigiosas de nuestra
sociedad. Mantener que Henrique Capriles no está de acuerdo con los planes de
equipamiento de la Fuerza Armada es una notoria exageración. La crítica, no ha
sido a la compra, sino al origen de los armamentos y a la poca transparencia de
las negociaciones. En definitiva, la derrota es muy mala consejera.
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