13/9/12

¿Qué le espera a Chávez si no acepta su derrota el 7-O?


 
En primer lugar una gigantesca movilización popular que estremecerá a toda Venezuela para ratificarle que el electorado decidió, a través del voto, expresarle que su tiempo ya pasó y no le queda otra alternativa que recoger sus bártulos y retirarse a donde bien tenga sin provocarle más daños al país, ni así mismo.
 
En segundo, un pronunciamiento de la mayoría institucional y democrática de la FAN que, independientemente, de las maniobras fraudulentas que se articulen desde los organismos del poder público controlados por el teniente coronel, tendrá la información inapelable de quién es el ganador e invitarán al auto promovido comandante en Jefe a reconocer el triunfo de Capriles y a colaborar con la transición o marcharse al país que decida.
Y por último, un llamado casi masivo de la comunidad internacional haciéndole una exhortación a Chávez a respetar la Constitución y las Leyes, aceptar el triunfo del nuevo presidente y ofrecer su colaboración para que la crisis política que empezó al otro día de asumir el poder hace 14 años, pase a ser un mal recuerdo para Venezuela y los venezolanos.
En otras palabras, que harían muy bien individualidades como José Vicente Rangel y algunos miembros de la cúpula política y militar, gente como Diosdado Cabello, Henry Rangel Silva, Elías Jaua, José Montilla Pantoja, Rafael Ramírez, Luís Goncálvez, Nicolás Maduro, Luís Motta Domínguez, Jorge Rodríguez, Jorge Giordani, Clíver Alcalá Cordones y Francisco Ameliach de dejarse de estar calentándole las orejas a Chávez para una resistencia imposible y más bien alentarlo a que siga su tendencia natural que no es otra que la de rendirse y prepararse para tiempos mejores.
No meto en el grupo de los “ últimos mohicanos” a políticos medio revolucionarios o chavistas de baja intensidad como Alí Rodríguez, Aristóbulo Istúriz, Fernando Soto Rojas, Freddy Bernal, María Cristina Iglesias, Juan Barreto, Nelson Merentes y otros seriamente impactados por lo lejos que han llegado las cosas y por la incorregible grieta emocional de Chávez que lo impulsa a destruir, destruir y destruir.
Son militantes de la revolución con posiciones ambiguas y hasta contradictorias durante el proceso, a quienes les hubiera gustado que Chávez en la campaña electoral hubiera lucido por lo menos “una sonrisita” y que no han bajado al albañal para y que “pulverizar” la candidatura de Henrique Capriles.
Hablo de Capriles…un hombre de apenas 40 años, tranquilo, sereno, reposado, “un muchacho” como el mismo se dice, buen funcionario público y en sentido alguna inmerso en la batahola de odios, venganzas, divisiones y resentimientos desatada según Chávez fue convirtiendo al país en una suerte de bar de película del Lejano Oeste donde solo se iba a gritar, desordenar, insultar, irse de las manos y disparar.
Capriles, quizá la última oportunidad para que los venezolanos arreglemos nuestros problemas en paz, sin salir a matarnos unos a otros y desgarrar y destruir el único patrimonio que realmente nos pertenece y podemos legar a nuestros hijos: Venezuela.
Un hijo de esta tierra que no sabe de divisiones de clases, de razas, de religiones, de culturas, civilizaciones y que, sinceramente, puede sentarse a hablar con cualquier habitante del planeta como si fueran amigos de toda la vida.
Y es una idea, un sentimiento, unos principios que, sorpresivamente, difundió y logró que comprendan y sientan los millones de venezolanos que están aplaudiéndolo, siguiéndolo y ofreciéndole sus votos para que triunfe en las elecciones de 7 de octubre próximo.
Son jóvenes y viejos, ricos y pobres, negros y blancos, venezolanos y extranjeros, obreros y profesionales, campesinos y estudiantes que escucharon el llamado de Capriles a favor del amor y no del odio, de la unión y no de la división, de la tolerancia y no de la intolerancia, de la inclusión y no de la exclusión, de la paz y no de la violencia.
Una forma de socialización (lo dije el viernes antepasado en “Aló Ciudadano”, en Globovisión, en una entrevista que me hicieron los fraternos Leopoldo Trujillo, María Alejandra Trujillo, Pedro Pablo Peñaloza y Sheina Chang) en cierto sentido parecida a la que inició Chávez en el 98, pero con la diferencia de que Chávez la hizo a nombre del odio y Capriles a nombre del amor.
“Desde Maquiavelo” añadí “ la política occidental se ha centrado en el “enemigo” como una fórmula para movilizar a los parciales y conducirlos a las mejores o peores causas, mecanismo que recogieron solícitamente Marx, Lenin, Stalin, Hitler, Mao, Mussolini y Fidel Castro.
Chávez también aprovechó la lección y si bien no desgarró a Venezuela tras la caza de “los distintos”, y “los diferentes”, si copió el manual maoísta de los “enemigos principales y secundarios” para mantener al país en una polarización por la que los venezolanos no nos reconocemos sino en las diferencias.
Capriles, por el contrario, está socializando al país a nombre del amor, de la paz, de la reconciliación, el de aceptar las diferencias pero para hacer nuestros pensamientos y sentimientos más ricos, más robustos, más creativos.
Un paradigma para la política del futuro que creo se inserta más en la solución de los grandes problemas planetarios del siglo XXI (lucha por el medio ambiente, la sociedad del conocimiento y los derechos de las minorías, la erradicación de la pobreza, la desigualdad y las injusticias sociales y guerra sin tregua contra la delincuencia organizada, el SIDA, la inequidad y frente a los cuales, o nos unimos, o perderemos este maravilloso rincón de la galaxia,
De todos es conocido que Capriles no incluyó el tema “Chávez” en su agenda electoral, pero no por manifestarle algún rechazo o fobia en especial al también llamado comandante-presidente, sino por no entrar en la cadena de epítetos e insultos que son las únicas palabras que se le oyen al candidato oficialista.
Chávez…un político y presidente con más de 14 años en el poder, pero sin otras cuentas que dar que la casi destrucción de la Refinería de Amuay, la caída del puente de Cúpira, el derrame de crudo del río Guarapiche, la danza de la muerte que día a día y noche a noche arrebata la vida a más de 20 mil venezolanos al año, que importa el 70 por ciento de la comida y lo bienes que consumimos, con la inflación más alta del mundo occidental y empeñado en utopías como las que dejaron Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao para ensangrentar al siglo XX como no había ocurrido en ningún otro momento de la historia.
Pisándole ya los talones a la sesentena de años, mellado por el tiempo, sin condiciones físicas ni mentales para hacer el esfuerzo de seguir desgobernando al país, dice él mismo que escapado milagrosamente de una grave dolencia cancerosa y pidiendo, por tanto, a gritos, un relevo, que otro venezolano entre a cumplir la faena en la que fracasó, y Chávez pueda, como cualquier otro mortal de los 7000 millones que habitan el planeta, retirarse a una vejez tranquila, reposada y donde disfrutar de sus nietos y biznietos sea una de las principales razones de su vida.
Realizando una desastrosa campaña electoral, reducida a largas cadenas de televisión y radio donde es difícil establecer si habla personalmente o por personas interpuestas, con fugaces apariciones en la calle o sitios abiertos porque prescripciones médicas le prohíben la exposición a virus, microbios y bacterias y absolutamente desangelado, sin el carisma ni la audacia de otros tiempos y como cumpliendo una tarea obligada impuesta por la alta burocracia cubano-venezolana.
Sin otra cosa que recordar ni evocar como no sean los bostezos y el sueño que invade a los asistentes que son obligados por listas a concurrir a sus mitines y desempeñándose en el papel más ridículo de su carrera política, como es el del actor o cantante que pierde el favor de su público y sin el genio y la voz de otros tiempos, solo le queda reconquistarlo a través de payaserías.
Pero con un rol todavía muy importante que jugar en la política venezolana, como es aceptar la victoria electoral de Henrique Capriles Radonski, sentarse a discutir y contribuir al gobierno de transición y buscar insertarse como político en una Venezuela democrática donde el respeto a la Constitución y las Leyes, la independencia de los poderes y el estado de derecho, cimenten las bases de un país construido en torno a la libertad, el bienestar, la igualdad, la justicia, la tolerancia y la pluralidad.
En todo lo que Henrique Capriles Radonski identifica como el amor.

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