Segunda reflexión post-electoral
Cuando pienso en la pérdida de
los valores del venezolano pienso, en primer lugar, en lo que hemos visto
durante los últimos catorce años de autoritarismo chavista. Hemos visto lo que
jamás pensábamos que íbamos a ver: una agresión frontal contra la democracia y
la ciudadanía. La creación de una inmensa Ciudad Gótica, donde los villanos de
todo tipo han tomado el control de la nación, como puede verse en las
estadísticas existentes sobre crimen, inflación, corrupción, ineficiencia
gubernamental, endeudamiento, pérdida de competitividad y progresivo
aislamiento del país de la comunidad internacional. El resultado de esta agresión
ha sido la creación de una Venezuela cualitativamente disminuída, la aparición
de una sociedad simiricuiri donde los choferes de autobús son vicepresidentes,
donde el presidente utiliza un lenguaje de odio y de burdel y donde la vida y la propiedad privada valen muy
poco. Los venezolanos viven hoy en un
país que está en el foso o cerca del foso en todos aquellos índices
internacionales que permiten una comparación entre países. Esto es factual y no
puede disfrazarse con retórica populista, al menos ante los bien informados.
A fin de enfrentar esta tragedia
ha surgido una oposición cada vez más tenaz, cuyo candidato a la presidencia,
Henrique Capriles, acaba de hacer una campaña extraordinaria por su intensidad
y su tesón. Hoy más que nunca estamos solidificados en torno a un liderazgo de
oposición joven, el cual representa el futuro del país que deseamos. Para ese
liderazgo, ofrezco respetuosamente el siguiente comentario sobre el abandono de
nuestros valores.
La campaña de Capriles tuvo dos ingredientes
principales: uno, de llamado a a la Venezuela decente y digna, consistente en
un lenguaje conciliador yrespetuoso y en la presentación de programas
verdaderamente nacionales, de naturaleza structural e incluyente, de respeto
hacia todos los venezolanos, seguidores y adversarios. Ese ingrediente, en mi
opinión, atrajo un 90% de quienes finalmente votamos por él.
El otro ingrediente estuvo
constituído por un intento “estratégico” de captar votos del grupo seguidor de
Hugo Chávez, con ofertas parecidas. Por ejemplo: nadie
será removido de PDVSA, solo una persona. Mantendremos las Misiones. PDVSA será
exlusivamente del estado venezolano. Crearemos un millón de empleos en un año.
Exportaremos comida. No solo habrá una casa para cada familia sino que tendrá
certificado de propiedad. Y así por el estilo. Este mensaje estaba dirigido
esencialmente al grupo que vive de las dádivas del Estado. Pero también fue
oído por los venezolanos quienes deseábamos votar por el Capriles estandarte de
nuestros valores. Muchos pensamos que ese mensaje populista de Capriles era
inconveniente, a pesar de que reconocíamos la estrategia y a quien iba dirigido.
La realidad nos dijo otra cosa. EL
grupo pro-populista, deseoso de vivir pegado a la teta del Estado, no votó por Capriles teniendo a un Chávez. Por
qué votar, dirían ellos, por el pseudo-populista, pudiendo votar por el gran
populista? Por el original y no por la
copia?
La lección aprendida, al menos en
mi criterio, es que hay que aferrarse firmemente a los valores en los cuales
uno cree, sin vacilaciones o sin saludos a
la bandera falsa del populismo. Así se pierda una y otra vez. Por qué?
Porque una victoria construída sobre una mentira no puede ser verdadera, porque
continuaríamos llevando en nuestras almas el veneno del populismo.
No debemos nunca ser moluscos medio
disfrazados de mariscos. Chávez ha tenido la “virtud” de presentarse
impudicamente ante el país y el mundo como el gran marisco, un gran repartidor de la riqueza nacional en
beneficio de aquellos grupos que reciben
la limosna con gozo. Aunque esto conduce inevitablemente al empobreciminto
colectivo, a esos grupos no les importa un comino el futuro de la nación, de
sus propios hijos y nietos. Viven en un presente eterno, en el cual puedan
tener dinero en el bolsillo, algo que rara vez habia tenido, así como la
posibilidad de tener “una casa”, una nevera, un bono por preñez y así por el
estilo. Lo que vaya apareciendo lo vamos agarrando, pudiera ser la base de su
filosofía de la vida.
Nosotros sabemos que así no se
construye un país. Nuestro deber es presentarles la otra cara de la moneda, no
la misma. Nunca entreguemos nuestros valores para ganar adeptos. Así se pierda
hoy. Al final, cuando ganemos, no tendremos que basar nuestras acciones en
valores ajenos a nuestra esencia. Y si no ganamos “nunca”, al menos seremos
perdedores que no han entregado el alma.
Si no ganamos “nunca”, al menos
sabremos que estábamos defendiendo lo que no valía la pena defender.
Nota: "Nunca” es definido aquí como lo limitado por nuestra propia vida. No significa nunca en términos de país.
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