He
sostenido en distintos artículos que militarizar es
imponer la estructura jerárquica del orden y la disciplina, inherentes e
indispensables en el mundo militar, a la sociedad civil estructurada por la
lucidez y la coherencia. Las experiencias que recoge la historia de la
humanidad sobre los sistemas de gobierno militarizados han sido nefastas.
Todas, sin una sola excepción, tanto de derecha como de izquierda, han
producido despotismos sangrientos injustificables.
Los
dantescos casos, de Pinochet en Chile, donde los militares, en el colmo de la
abyección, entrenaban perros para violar prisioneras, y la satrapía
pretroriana, corrupta y criminal, de Fidel
en Cuba, son emblemáticos. Gobernantes, violadores de los derechos humanos amparados en la fuerza de un ejército
degradado en torturador y homicida, y la sumisión obsecuente del “Poder”
Judicial.
No es
posible argüir desarrollos económicos para justificar conductas criminales de
esta naturaleza. Son máculas para la humanidad, como lo son Stalin, Hitler, Pol
Pot, Mao, Franco, Juan Vicente Gómez o Pérez Jiménez. Pero lo verdaderamente
preocupante es que el militarismo es una deformación del sentido de autoridad
que afecta más a los civiles que a los militares. Perversión que se evidencia
en el elevado grado de autoritarismo y despotismo a que someten a sus familias
los infectados por este virus de la barbarie.
La
democracia ha sido secularmente el antitodo contra esta enfermedad del cuerpo
político de las naciones, sin embargo si la democracia no forma demócratas,
como se obvió hacer en Venezuela durante los 40 años de su ejercicio, la
virulencia de la enfermedad diezmará la vocación democrática de los pueblos,
que culpan a la democracia de sus sufrimientos porque no están debidamente
formados para situar la culpa en los gobiernos de la democracia que él mismo elige
por sus emociones.
Muchos
piensan, si a eso se puede llamar pensar, que es más fácil lograr objetivos por
la fuerza que por el convencimiento, aunque esté demostrado que son menos
duraderos sus efectos, como lo demostró España a la muerte de Franco, o Rusia a
la del comunismo, cuya sociedad, como un resorte comprimido saltó por los aires
destruyendo el mito del “hombre nuevo” creado por la negación de la realidad
del individuo como potencia soberana. Y así, júrelo usted, sucederá en Cuba en
lo desaparezcan los Castro y su represivo aparato terrorista.
El militarismo comienza con José Tadeo
Monagas
El militarismo en forma comienza en
Venezuela con José Tadeo Monagas en1847 – Páez y Soublette fueron militares
civilistas, como Bermúdez, Bolívar y Sucre - aunque Santiago Mariño y Pedro
Carujo, con su Revolución de las Reformas, hayan sido los primeros en
establecer teóricamente la supuesta supremacía del prestigio militar sobre las
virtudes civiles, al escribir en El Republicano, en 1834: “No son las leyes las
que consolidan los gobiernos, sino los hombres de ascendiente y de prestigio,
que haciendo respetar las nuevas formas gubernativas aseguran la marcha
política de la sociedades.
En la infancia de los gobiernos todo es
inferior al ascendiente que toman algunos hombres sobre el resto de sus
conciudadanos, y ésta es la razón porque en los estados nacientes los prefieren
siempre para los altos destinos políticos. ¿Cómo pretende “El Constitucional”
(diario civilista) hacer asaltar al señor Vargas la silla presidencial de
Venezuela? ¿Qué ascendiente tiene este apreciable médico sobre los venezolanos
para sujetarlos al orden, y asegurar a la República su apetecida tranquilidad?
¿Con qué fuerzas cuenta el doctor Vargas para contener los disturbios atizados
por el ministerio cesante, y que han alterado ya la paz de algunas provincias
de la República?", y al perder las elecciones intentan, con el
derrocamiento de Vargas, la imposición de esa férrea forma de gobierno que
conculca las libertades civiles y políticas en nombre del orden y la disciplina
propias de la vida cuartelaria.
José Tadeo Monagas, se levanta en armas
con el pretexto de restaurar la Gran Colombia, pero la realidad era que
pretendió crear otra república en el Oriente del país. Páez sofoca la
rebelión, pero para pacificar al caudillo oriental y contribuir a la paz de la
nación, lo promueve como candidato para la presidencia de la república.
José Tadeo gana las elecciones, con los
votos de los paecistas, rompe con Páez y da comienzo a la larga saga militarista
que, de revolución en revolución, cubriría, con breves interregnos civiles, la
mayoría títeres de algún caudillo, salvando los gobiernos de López Contreras e
Isaías Medina Angarita, militares pero civilistas, y el breve destello de
Rómulo Gallegos, de 1847 a 1958 - ¡111 años! - y de 1999 hasta quien sabe
cuándo, porque ahora lo tenemos con apoyo electoral de la crasa ignorancia
popular.
40 años de civilismo
Así que el 23 de enero de 1958 tiene
significativa trascendencia en nuestra historia porque ese día se pone fin al
militarismo venezolano, aunque solo por el resto del siglo XX –
desgraciadamente retornó al iniciarse el XXI, triste destino de estos tierreros
inciviles - y, lo más importante es que se logra por el consenso nacional de
todas las instituciones civiles no gubernamentales, incluyendo un apreciable
sector de las Fuerzas Armadas, institución está a la que la Constitución de
1961 asigna la defensa de la democracia, lo que fue eliminado, con aviesas
intenciones, en la Constitución de 1999, “aprobada” por el pueblo.
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