La respuesta de Maduro, al contrario,
fue desproporcionada, mal preparada y peor dicha, en la cual demostró muy poco
instinto político. Al día siguiente, ese error fue centro del debate en la
calle. No hubo nadie, ni oficialistas ni opositores, que no llegaran a una
inmediata conclusión: Hugo Chávez jamás le hubiera respondido. Voz de pueblo,
voz de Dios, Sin lugar a dudas, en esa frase se resumió la percepción popular.
Además, equivocó totalmente la estrategia. Se dedicó a atacarlo desde un punto
de vista personal que le hizo perder de inmediato la estatura necesaria en un
líder emergente que, sin tener suficiente arrastre popular, se encuentra ante
el reto de reemplazar al jefe de un proceso político que, por catorce años, ha sido la única figura del régimen con propio brillo personal.
Las palabras de Maduro buscaron
descalificar al candidato opositor al llamarlo de manera desconsiderada: “canalla,
infame, e irresponsable”, sin realmente responder ninguno de los señalamientos
de fondo que caracterizaron su intervención. Además, del ataque personal trató
de convencer a sus seguidores que Capriles había ofendido la figura de Hugo Chávez y la dignidad de su
familia, al afirmar que sus palabras “eran
la mayor ofensa a su memoria” y que “el objetivo de la oligarquía, de
este señorito que acaba de llegar de Nueva York, el de los apellidos, es
provocar al pueblo”. El único aspecto de alguna trascendencia que tuvieron sus
palabras fue la absurda defensa a la indebida e
inaceptable posición del almirante Diego Molero Bellavia, ministro de la
Defensa.
En realidad, el discurso de Capriles lo
único que hizo fue hacerse vocero de los mil rumores que, de manera permanente,
circulan en la sociedad venezolana sobre la enfermedad, gravedad y muerte de
Hugo Chávez y señalar un conjunto de innegables verdades. Es imposible
desconocer que las antijurídicas interpretaciones que hizo la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia para autorizar la continuidad
del anterior gobierno, sin que Hugo Chávez se hubiese juramentado como
presidente constitucional, y permitir ahora que Nicolás Maduro se transforme de
manera inconstitucional en “presidente encargado” de la República han
comprometido la legitimidad de la candidatura presidencial de Nicolás Maduro y
del gobierno nacional.
Es imposible negar, que la enfermedad
de Hugo Chávez fue tratada de manera muy poco transparente desde el mismo
momento en que tuvo que reconocer que sufría de cáncer para detener los
comentarios existentes en la opinión pública. La verdad, la única verdad, es
que a Hugo Chávez se le exigió un esfuerzo sobrehumano con la tesis de que era
imprescindible, para ganar las elecciones del año pasado, que él fuera el
candidato presidencial. Esta verdad la conocía perfectamente la camarilla
gobernante, que se aprovechó del sentido de trascendencia histórica que
dominaba la personalidad de Chávez para convencerlo de mantener su candidatura,
aún con riesgo de su propia vida, y de que se tratara en Cuba para evitar se conociese los
pormenores de su estado de salud…
Tampoco se puede negar, que la
operación a que fue sometido Hugo Chávez fue retardada demasiado tiempo para facilitar
el triunfo en las elecciones para gobernadores. Estoy seguro, que la familia de
Hugo Chávez no estuvo de acuerdo con ese sacrificio, pero era difícil doblegar
su voluntad y, mucho menos, en medio de las presiones de todo orden que debió
de estar siendo sometido. De igual manera, no encuentro explicación de su traslado
a Venezuela en medio de un problema respiratorio tan delicado. Henrique
Capriles, lo único que hizo fue plantear las mismas interrogantes que diariamente
se hacen los venezolanos. De lo que sí está plenamente seguro nuestro pueblo es
que Nicolás Maduro está utilizando la muerte de Hugo Chávez para fortalecer sus
aspiraciones presidenciales.
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