La inseguridad. ..
No tenemos por qué dudarlo: los venezolanos en estos últimos diez años, a pesar del aterrador y destructivo régimen que nos gobierna, hemos corrido con muchísima suerte: todavía el país sobrevive.
Para no contradecir a los que no creen en la suerte, diríamos que nuestro país es muy sano o al menos tiene un sistema inmunológico bastante fuerte. A Dios gracias que somos fuertes, de lo contrario, como dije antes, hubiéramos desaparecido ante un sencillo brote de gripe cualquiera.
Con vergüenza vemos al ministro del Poder Popular para la Salud hablar de un tema que no conoce, como es el tema del virus de la influenza porcina, que hoy preocupa al mundo entero. Y no lo conoce porque, como la mayoría de las altas autoridades de este gobierno, es un militar que no se preparó para ejercer el cargo que hoy ejerce. Recordemos que se preparó en Ciencias y Artes Militares, lo que nada tiene que ver con salud pública.
Cuando el coronel ministro de Salud se presenta ante las cámaras para hablar de la gripe porcina, la población venezolana comienza a estornudar, porque, lejos de tranquilizarla, la preocupa, porque su ignorancia salta a la vista de todos. A diferencia de los expertos gubernamentales de México o de EEUU, que han anunciado algunas medidas para combatir la influenza porcina y a quienes a flor de labios se les nota preparación sobre la materia, a este militar se le nota perdido. No otra cosa, sino improvisación y piratería, caracteriza a este gobierno militarista, que invade todos los campos de la ciencia administrativa con soldados evidentemente escasos en preparación.
La plaga roja
Tenemos enfermedades que han venido pululando por el mundo entero, pero a nuestro país, por obra y gracia del Señor, no lo han afectado. Repito, es por obra y gracia de Dios, porque este gobierno ha demostrado la mayor ineptitud a la hora de combatir cualquier enfermedad. Cuando comienzan las lluvias hay que persignarse, porque junto a ellas regresa el dengue en sus distintas modalidades. Por cierto, a persignarse porque ya comenzó a llover. Me explico: la aparición del dengue en nuestro país es cíclica. No es porque exista algún plan que lo erradique o lo controle, es la naturaleza la que se encarga de controlarlo. El zancudo prolifera en los depósitos de agua, más frecuentes en épocas de lluvia, desde luego.
Ahora bien, hemos dicho que ninguno de los altos funcionarios del Gobierno -comenzando por el mismísimo comandante- está preparado para el cargo que desempeña. Militares hasta en la sopa: casi todos los ministerios y empresas del Estado están dirigidas por ellos, y como dato curioso les informo que en el Ministerio del Poder Popular para la Cultura tienen como titular a un veterinario. Y nada se diga del Canciller, un fracasado sindicalista de autobuses. ¿Se imaginan el aliciente para un estudiante de Ciencias Políticas o Diplomacia?
Ahora bien, siendo éste un régimen militarista, profundamente inepto para hacerle frente a algunas enfermedades -mejor dicho, a cualquier enfermedad-, ya que no está preparado para ese tipo de situaciones, nos parece un contrasentido que tampoco haya podido combatir algo para lo cual supuestamente sí deberían estar preparados: la inseguridad.
En 1998, el año en que Chávez ganó sus primeras elecciones presidenciales, se cometieron 4 mil 550 homicidios. El año pasado fueron cerca de 14.000 los asesinatos. En 10 años se han multiplicado por tres las cifras. Chávez dice gobernar para los más pobres, cosa que no guarda relación con lo que las clases necesitadas padecen, pues entre el 80 y el 90 por ciento de las muertes violentas se producen precisamente en los barrios más pobres.
Con Chávez, sus ministros y sus militares por doquier se ha triplicado la mortalidad en las calles víctimas de la violencia. Quizás ésa sea la verdadera plaga de la que nos deberíamos ocupar en estos momentos. De la gripe porcina sigamos las recomendaciones que le podamos escuchar a los ministros colombiano, mexicano o estadounidense, pero de la plaga roja, ésa que ha enlutado a más de 130.000 hogares venezolanos, ocupémonos ya, por favor; no esperemos que la OMS invente la vacuna. Ésa la tenemos que producir nosotros mismos. No se trata de un tapaboca o de no acudir a reuniones, o de no montarnos en avión; se trata de ver cómo no nos matan cuando salimos a las calles de nuestro país; cómo no nos atracan en nuestras residencias o en las busetas. Ésa es la epidemia que llegó a Venezuela desde el mismo momento en que Chávez se montó en el poder. ¿Será que, en lugar de tapabocas, los venezolanos tendremos que salir a la calle con chalecos antibalas mientras dure esta epidemia roja?
Revolución desnuda
No hubo sorpresas durante la marcha del 1º de Mayo: la Policía Metropolitana, siguiendo instrucciones de un dictador, acribilló al pueblo. ¡No pasarán!, era la orden. Y la cumplieron a cabalidad. Gas “del bueno” y perdigones en contra de quienes tuvieron la insolencia de salir a ejercer el derecho constitucional de protestar pacíficamente por las calles de Caracas.
Todos nos preguntamos: ¿Qué es lo que hace falta para que todos los venezolanos se den cuenta de que el poder que acompaña a Chávez cada día es más precario? Ayer vimos una vez más al pueblo en la calle, que no le pertenece a Hugo Rafael. Cuando vemos al pueblo en las calles es precisamente protestando en contra de su gobierno autocrático. Chávez, por otra parte, reconoció algo importante: que ninguna revolución puede hacerse sin la masa obrera. Pero esa masa obrera en diez años no la ha podido conformar y cada vez se nota más alejada y decepcionada. Los genuinos líderes sindicales, incluso socialistas, no están de su lado, y es que no lo pueden estar, porque por naturaleza los sindicalistas son contestatarios y reacios a los gobiernos autoritarios, como lo expresó el líder sindical Orlando Chirinos, otrora rancio chavista y que hoy mantiene sus ideales revolucionarios socialistas, pero muy distantes de las políticas del régimen.
El Carabobeño 04/05/09
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