25/6/09

Chávez frente al nuevo (des)orden global


A medida que corren los primeros años del siglo XXI, el ya no tan nuevo orden global de posguerra fría –y sus múltiples y contradictorias tendencias socioeconómicas, políticas y culturales– se complejiza cada vez más. A principios del 2009 el sistema mundial luce, sin ánimos de exagerar, al borde del colapso económico y de la anarquía política.

La expresión de desesperación que el primer ministro británico, Gordon Brown, lanzó el pasado 29 de enero ante la Asociación de Corresponsales Extranjeros en Londres evidencia el estado crítico de los tiempos que corren. Brown expuso la urgencia de fijar nuevas reglas para lograr un orden global distinto del actual.

Y en efecto, en todo el planeta la situación económica ha empeorado en lo que va de 2009. El tan esperado “efecto Obama” sobre la economía mundial no se ha producido y sólo a la Unión Europea la crisis ya le ha costado unos 3,5 millones de puestos laborales. La llegada al poder del nuevo presidente estadounidense no generó la confianza esperada ni siquiera en su propio país, de allí que haya tenido que ejecutar un Plan de Recuperación por valor de U$S787.000 millones, que representa el mayor gasto fuera del presupuesto desde la segunda guerra mundial. La recesión golpea también a América Latina, cuyo crecimiento económico, según la Cepal, será este año inferior al 3%. Argentina y Venezuela, los países que más crecieron en los últimos años por el precio de sus commodities y el aumento del gasto público, serán los más golpeados.

A su vez, la sociedad mundial se encuentra a las puertas de una anarquía sociopolítica sin precedentes, en la que todos los estados luchan por mantener el orden dentro de sus fronteras y en el ámbito internacional, donde cada día se respetan menos las normativas acordadas. Esto explica el deterioro en que se encuentran los organismos internacionales, empezando por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La tendencia política es hacia un sistema global fragmentado y pragmático, signado por la proliferación de regímenes dictatoriales (que utilizan la vía electoral y las reformas constitucionales para perpetuarse en el poder), de gobiernos centralizados y “forajidos”, y de grupos transnacionales de negocios ilícitos (lavado de dinero, terrorismo, narcotráfico, trata de blancas y niños).

En este panorama se viene reforzando el papel de las potencias emergentes mundiales, las denominadas BRIC (Brasil, Rusia, India y China), que desde hace ya algunos años están generando cambios sustanciales no sólo en el entorno económico global (reconfiguració n geográfica de la producción internacional y modificaciones en los patrones de intercambios comerciales, financieros y de consumo energético), sino también en los equilibrios de poder de la geopolítica mundial.

Reacción tardía

Ante tal (des)orden global, plagado de amenazas y desafíos, el gobierno de Hugo Chávez ha mantenido, hasta ahora, las mismas pautas de la política exterior populista y radical que emprendió desde su llegada al poder, diez años atrás, con una agenda internacional más política e ideológica que económica, en la que se les otorga prioridad a las relaciones con “los socios revolucionarios”, dentro y fuera del continente.

De hecho, tan sólo una vez superadas las elecciones de gobernadores y alcaldes de 2008, y la consulta de enmienda constitucional del 15 de febrero de 2009, la cual le abrió al presidente Chávez la posibilidad de reelegirse indefinidamente en su cargo, el gobierno reconoció los impactos negativos de la crisis mundial en Venezuela, país que ya muestra la inflación más alta de América Latina. El propio Chávez admitió el derrumbe del precio del petróleo, que ha mermado en cerca de la mitad los ingresos nacionales esperados este año, y por fin ordenó a su gabinete replantear las políticas nacionales e internacionales.

El sorpresivo viaje que el mandatario realizó junto a varios de sus ministros a Cuba, apenas cinco días después de su victoria en el referendo de febrero, fue precisamente para planificar con el gobierno castrista los pasos que hay que seguir hacia el futuro, con el objeto de mantener el proyecto socialista nacional y continental en medio de condiciones cada vez más adversas. Es obvio que, con menos recursos, Chávez tendrá que tomar medidas domésticas impopulares –como una devaluación monetaria y un aumento de impuestos–, así como ponerle freno a su diplomacia petrolera que entre el 2004 y el 2008, solamente a través de la Alternativa Bolivariana para las Américas (Alba), representó más de US$32 mil millones en gastos e inversión a favor de los seis países que lo conforman. Ello sin contar con lo que ha invertido en los programas sociales que ha internacionalizado en el marco de la Alba.

¿Cómo gobernar con la mitad del presupuesto proyectado? ¿Cómo hacer ahora para seguir subsidiando a sus aliados ideológicos regionales, cuyas crisis económicas y de gobernabilidad podrían dar al traste con sus gobiernos? ¿Cómo mantener su liderazgo y expansión geopolítica cuando se prevén tiempos de mayor cerco diplomático en torno a autocracias en el continente por parte del nuevo mandatario estadounidense Barack Obama, en alianza con su homólogo brasileño Lula da Silva? Todos estos interrogantes debieron abordarse en la reciente reunión en La Habana.

Un giro táctico pero no de fondo

Sin embargo, una nueva planificación en materia de política exterior no significará el abandono del proyecto bolivariano geopolítico regional y extracontinental. No cabe duda de que el chavismo continuará con sus propósitos, aunque se verá en la obligación de ajustarlos a las nuevas circunstancias.

A partir de ahora, el gobierno venezolano seguramente reducirá la cooperación financiera y petrolera, y empleará aún más la solidaridad militar y política con los gobiernos considerados “amigos”, mientras que con los “neutrales o menos amigos”, así como con los “enemigos”, reforzará los instrumentos diplomáticos, a la par que los medios subrepticios (incluidas las estrategias de desestabilizació n y creación de caos).

Se trata, pues, de una mera reformulación táctica de la política exterior en la que se pueden prever los siguientes cursos de acción:

1. Un mayor alineamiento con países políticamente cercanos que le garanticen comercio, ayuda militar e inversión financiera, como es el caso de China, Rusia, Bielorrusia, Irán, Libia, entre otros. Esto quedó claro en las visitas que a finales de 2008 hicieron los presidentes chino y ruso a Caracas, y en la que realizó el vicepresidente chino en febrero de este año. El fortalecimiento de esas “alianzas estratégicas” le producirá a Venezuela –y a todos los miembros de la Alba, que también vienen estrechando vínculos con esas naciones– crecientes ingresos financieros y una mayor posibilidad de defensa militar. El gobierno chino, por ejemplo, se comprometió con el venezolano a inyectar US$8.000 millones en un fondo binacional que sirva para financiar en nuestro país 41 proyectos agrícolas, de educación, infraestructura, minería y salud. Por su parte, el gobierno de Chávez acordó aumentar sus ventas petroleras a China de 364.000 barriles por día en la actualidad, a un millón de barriles diarios antes del 2012. Con esto tratará de paliar el Plan Obama, que con el objeto de lograr la “soberanía energética” de Estados Unidos, aspira a independizarse de las importaciones de crudos venezolanos.

2. Una diplomacia más cautelosa, hasta donde sea posible de menos confrontación verbal, tanto con los “enemigos” –Estados Unidos y Colombia a la cabeza–, como con aquellos eventuales: México, Brasil, Chile y algunos de Europa. Chávez sabe que la llegada de Barack Obama a la presidencia estimula la conformación de un nuevo mapa de poder hemisférico, en el que las democracias latinoamericanas –tanto las de derecha como las de izquierda moderada– actuarán más en sinergia en contra de los desafíos de desarrollo y seguridad. Esto le plantea al chavismo un freno más efectivo a sus esfuerzos expansionistas en la región. El presidente Lula da Silva –muy cercano a Obama y a su nueva política hacia América Latina– podría convertirse en el centro de la estrategia de cerco democrático que Estados Unidos y varios países latinoamericanos ya desarrollan en torno a la penetración venezolana.

3. Hugo Chávez hará todo lo posible por mantener el bloque de la Alba. Invertirá sus menguados recursos económicos en estos aliados y buscará alternativas de financiamiento común. A la vez, continuará con su diplomacia informal (la denominada “diplomacia de los pueblos”), aunque utilizando mayormente los instrumentos políticos. Chávez apelará a su ascendencia política para que los gobiernos amigos, al igual que los partidos y grupos regionales afines, se unan más este año en torno a una estrategia común de penetración ideológica y defensa de la revolución bolivariana venezolana y continental. La red de partidos y movimientos sociales “alternativos” que Venezuela ha ayudado a tejer en la última década es considerable, y si bien les costará funcionar con menos dinero, se les exigirá seguir cumpliendo con sus objetivos. Esa red agrupa, entre otros, al Congreso Bolivariano de los Pueblos, la Coordinadora Continental Bolivariana , el Foro de São Paulo, el Frente Sandinista de Liberación Nacional, la Patria Libre de Argentina y el Frente Farabundo Martí.

A través de estos partidos y grupos, incluso con algunos de carácter ilegal como las guerrillas de las Farc y el ELN, se buscará consolidar las revoluciones ya establecidas, en particular las más vulnerables (Bolivia y Nicaragua) o percibidas como más atacadas (la venezolana); conquistar nuevas cuotas de poder (en El Salvador, por ejemplo, el candidato presidencial de la izquierda radical, Mauricio Fumes ganó las elecciones de 2009) y también continuar desestabilizando los gobiernos democráticos de la región. En esta línea, las acciones violentas orientadas al caos y la ingobernabilidad se potenciarán.-

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