28/7/09
El colapso de la izquierda suramericana
Gabriela Perdomo
OPINIÓN Chávez le hizo gran daño a la izquierda de la región al vender su dictadura como modelo de oposición al conservadurismo
Hace menos de cinco años, cuando la mayoría de países latinoamericanos se preparaban para una maratón de elecciones presidenciales, los medios mundiales adoptaron un famoso titular. “El giro a la izquierda en Latinoamérica” pasó de boca en boca anunciando el resurgimiento de partidos y líderes de izquierda que iban a definir el futuro de la región.
Y así sucedió, y de qué manera. El futuro de la izquierda en la región se está definiendo, y no precisamente en buenos términos. Para quienes esperaban que esta fuera la era de la reinvención de la izquierda, el renacimiento de unos ideales acorralados por décadas de políticas conservadoras, el panorama actual debe ser devastador. Sólo en Suramérica, donde ocho de diez países tienen presidentes que se auto-describen como de izquierda, es inevitable preguntarse si el movimiento está colapsando.
En los tres países en donde la izquierda ha gobernado de manera exitosa en los años recientes se augura un cambio. A pesar de que el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva sigue siendo muy popular, todas las encuestas apuntan a que su candidata a la presidencia, Dilma Rousseff, podría perder las elecciones del próximo año frente al conservador José Serra.
En Chile, en donde una amplia coalición de centro-izquierda ha gobernado desde el fin de la dictadura militar de Augusto Pinochet, el candidato conservador Sebastián Piñera es mucho más popular que el candidato socialista, el ex presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle, y podría llevarse la victoria en las elecciones de este diciembre. La coalición de izquierda que gobierna en Uruguay va a elecciones en octubre con un candidato de la izquierda radical, José Mujica. Las encuestas muestran hasta ahora un empate técnico entre Mujica y el candidato del conservador Partido Nacional, el ex presidente Luis Alberto Lacalle.
En los demás países de Suramérica gobernados por la izquierda, si bien una menos definida, el panorama no es nada mejor. Los argentinos acaban de castigar en las elecciones legislativas al partido peronista de la presidenta Cristina Kirchner.
Fernando Lugo, quien se convirtió en el primer candidato de izquierda en ganar unas elecciones en Paraguay en seis décadas, es la decepción del momento. El presidente acabó con su imagen desde que se descubrió hace poco que tuvo un hijo, o tal vez más de uno, según nuevas acusaciones, cuando todavía servía como obispo católico.
El diagnóstico de la izquierda en Bolivia y Ecuador es más complejo. Ecuador ha gastado dos años en re-organizar sus caóticas instituciones democráticas—nadie puede negar que era necesario—y ahora falta ver qué traerá el proyecto socialista del presidente Rafael Correa. En Bolivia la izquierda en el poder está íntimamente ligada al movimiento indígena. Aunque el presidente Evo Morales es muy popular, el año pasado el país llegó a tal grado de polarización que estuvo cerca de partirse en dos.
Venezuela es una rueda suelta al mando de un dictador que utiliza elecciones “democráticas” para atornillarse en su trono. Hugo Chávez, quien acaba de cumplir su primera de muchas décadas de poder, es en gran parte responsable de la rápida destrucción de la izquierda suramericana. Aunque muchos fallen en entender este punto, Chávez es quien más daño le ha hecho al movimiento de izquierda contemporáneo al vender su dictadura como un modelo de oposición al conservadurismo.
En Colombia y Perú, los dos únicos países suramericanos en donde la izquierda no está en el poder, no hay señales de esperanza para quienes quieren que así sea. Alan García ganó las últimas elecciones peruanas no por mérito propio, sino porque Ollanta Humala, un errático líder de izquierda con inclinaciones violentas, era el candidato opositor. En Colombia el Polo Democrático tiene graves pleitos internos, desilusionando a muchos que esperaban ver una propuesta de izquierda seria en las elecciones del próximo año.
Sobra decir, buenas noticias para unos, no tan buenas para otros.
*Gabriela Perdomo es periodista e investigadora del centro de estudios de opinión pública Angus Reid Global Monitor (www.angus-reid. com).
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