Teódulo López Meléndez
Los ciudadanos tenemos un poder que no ejercemos. Nos hemos habituado a una delegación intolerable. Lo que es propiedad nuestra lo hemos cedido a ese ente que llamamos Estado. Cuando no ejercemos nuestro poderío sobre el bien común ese poderío se degrada. Se precisa una determinación incontrastable de rescate. No terminamos de entender que el fin de la era industrial trajo consigo el fin de la democracia representativa y de todas sus estructuras de mando. Las recetas del pasado son recetas del pasado y no funcionan. Es necesario recrear el poderío ciudadano que retoma el control de decisiones claves, esto es, sobre los recursos que conforman el patrimonio común, sobre el acceso a esos bienes y la correspondiente justicia distributiva que debe emanar de la relación entre la gente y su entorno natural. No se trata de repartir, se trata de compartir.
¿Quién es el dueño del agua? En Caracas, los dueños del agua somos quienes habitamos la ciudad. ¿Qué derechos tiene el Estado sobre nuestros derechos? En la práctica no ejercemos ningún poder sobre el agua, sobre su control y asignación. Es obvio que el Estado se manifiesta también a través de un gobierno que debe hacer las inversiones necesarias en administració n del patrimonio común y realizar las tareas de mantenimiento adecuadas, pero no existe ninguna institución jurídica o administrativa para que dejemos sentados nuestros criterios sobre la esencia misma de la vida, como lo es este líquido cuyos derechos hemos cedido sin pestañear. No tenemos ninguna injerencia en la asignación del agua en Caracas, agua que es nuestra como bien común. Estamos excluidos de ejercer nuestros derechos. Hay una burocracia del agua representada en oficinas del Estado que toman las decisiones por nosotros. Un primer paso sería acercar el agua a los ciudadanos, mediante la decisión de otorgar su gestión a los entes locales lo que daría lugar al brote de una ciudadanía sustantiva aproximándose a mecanismos de control por parte de la gente. Para ello se han inventado formas como los llamados presupuestos participativos o los denominados Consejos de Participación.
Usted, amigo lector, se ha enterado de que viene un racionamiento de agua. Se le ha dicho que este año llovió menos. No tiene un razonamiento sobre el estado de las represas que surten a la capital o sobre el estado general de las tuberías o sobre las gestiones que podría haber emprendido el ente tutelar que se apropió de nuestro bien común. Usted no dijo nada sobre como enfrentar el problema y menos se enteró de la eventualidad del problema. Usted, amigo lector, es un ciudadano formal. Debe convertirse en un ciudadano sustantivo, lo que no es posible en esta democracia representativa agotada ni en la excrecencia de esa democracia que ahora nos gobierna.
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