La costumbre gentil invita a emitir un mensaje genérico, acrítico, deseando a todos ¡Feliz Navidad! Es solo un buen deseo, lo sabemos, pero la realidad nos remite a la necesidad de reflexionar sobre ello. ¿Qué es para usted Navidad? ¿Es alegría espiritual, elevación de la generosidad exacerbada por la llegada al mundo del Hijo de Dios, y en su hogar, no digo casa porque no siempre ese vocablo significa hogar, se le rinde como homenaje, en austero ritual, la paz y la armonía y la unión familiar, y para sus hijos no significa necesariamente consumismo? ¿O es motivo de fiesta, derroche, parranda, alegría etílica, consumo dispendioso, vanidad y fatuidad?
Prefiero desearles a todos ¡Reflexiva Navidad! Hay que ver el luto que imprime la desarticulada alegría del espíritu festivo cuando la irresponsabilidad hace presa de sí. Las páginas de sucesos nos alarman con la cantidad de personas que incineran sus vidas en estúpidos siniestros de tránsito en la época navideña, que el deseo de desviar la culpa llama “accidentes”. Por ello es prudente reflexionar sobre la verdadera definición de la Navidad , y en nuestra alegría o recogimiento espiritual recordar a los excluidos a quienes no es posible ese deseo de ¡Feliz Navidad!
La Navidad de los excluidos
No es posible olvidar este día a los millones de niños huérfanos de oportunidades condenados a ser carne de prostíbulo y de cárcel por la injusticia del azar concurrente que los depositó en la pobreza, que, de definir una forma modesta de vivir, pasó a ser la traducción de miseria en estas latitudes tercer mundistas signadas por la ignorancia, la superstición, el fanatismo y el miedo. Son niños para quienes el Niño Jesús es un asunto de ricos y famosos, y la Navidad una noche más de calle, hambre, desnudez y violencia, pero con gaitas y parrandas, luces intermitentes y fuegos artificiales. Como los malos versos de la vida consciente: Contentos amanecieron/ todos los niños del basurero/ anoche fue Noche Buena y nació el Mesías/ y hoy los camiones de la basura/ traerán suculentos manjares al vertedero.
Los niños indígenas, estarán de nuevo la mañana del 25 en los semáforos lamentando su mendicidad que la Navidad haya despoblado las avenidas. No hay magia navideña en los barrios miserables de la gran ciudad. Quizás exista algo de caridad, de filantropía navideña que dibuje algunas escasas sonrisas en algunos pocos niños. Caridad siempre bienvenida y agradecida pero insuficiente. Siempre insuficiente. Y no hablo de solidaridad porque la solidaridad es entre iguales y no es posible dar lo que no se tiene.
Por ello esta Navidad eleva una plegaria de corazón, que es el único lenguaje que entiende Dios, el del corazón, que se conjugue en un multitudinario salmo de piedad, pidiendo que cese la injusticia con estos niños responsabilidad del Estado pero también de la sociedad. Recuerde que esos niños sin horizonte formarán la sociedad adulta de sus hijos, así que por simple sentido común, si en verdad ama a sus hijos, forme entre los que, sacudiéndose la indiferencia, aportan para aliviar el sufrimiento de la niñez abandonada y excluida. Para mí los niños deben ser responsabilidad planetaria, se debe internacionalizar el problema de los niños excluidos - declararlos Patrimonio de la Humanidad - porque si son los niños el futuro del mundo y los abandonamos ¿qué futuro tendremos?
La Navidad de los niños maltratados
Pensemos también en los niños maltratados que son un alarido de Dios en la conciencia. Y si eres un padre, en genérico, maltratador, reflexiona hasta las lágrimas, convéncete de que le estás destruyendo la infancia a tu hijo y que no tienes la menor idea de cómo será su vida cuando adulto. A lo mejor esa será la única etapa de felicidad que conocerá y se la estás amargando a patadas. Y lo más triste del niño maltratado es que si no lo formamos a tiempo, explicándole que el maltrato que sufren no es un acto de amor sino de inmadurez, ignorancia y crueldad, se convertirá a su vez en un padre maltratador. Pero también en un adulto que maltratará a la sociedad porque solo respetará lo que le infunde temor.
Será un depredador de los más débiles y un cobarde frente al poder. Y si eres un padre responsable, que usa el amor como firme herramienta de formación, y que tampoco los echas a perder, educándolos y corrigiéndolos, con amor, piensa que quizás a esa misma hora en la que la algarabía de tus hijos invade tu casa, un niño gime bajo los maltratos de un déspota insensible.
Ruega por ellos. Pídele a este hijo de Dios hecho hombre, para vivir la experiencia de los mortales que ilumine la mente de los maltratadores y los arrodille ante el perdón y que aprendan a sentir piedad que es la esencia y definición del ser humano. El sueño es que el maltrato infantil sea materia de lesa humanidad, porque el maltrato infantil está destruyendo la sociedad. Por favor, no maltraten a sus hijos, Dios, como lo conciban, se los agradecerá.
La Navidad de los desempleados
El trabajo es la esencia de la dignidad del hombre y de la mujer. Dios no creó el trabajo como castigo, como tal dejó la incertidumbre. La estructura trabajo, estudio, responsabilidad es el medio expedito para el progreso humano. Pero el trabajo está concatenado al proceso productivo y si éste se interrumpe, el trabajo, escasea.
El desempleo destruye el núcleo familiar. Lo corrompe. Parejas que se casan plenas de amor y sueños deben separarse porque el desempleo les impide estar juntos. Y un desempleado que ve alejarse la esperanza con los días que se tornan años, es un vacío en la nada, una nube de cenizas en los ojos, una huella que nunca será. Y llegan las navidades y ese padre desempleado se sume en la tristeza. Son navidades amargas, porque la tradición impuso rituales sociales ya ineludibles, y se sufre cuando no se tiene acceso a ellos por razones económicas. Hay que reflexionar también en esta Navidad sobre esta lamentable situación que nos afecta como sociedad. Solo podré desearles a todos ¡Feliz Navidad! cuando, como dijera “El loco de la colina”, pregunte por el desempleo y me respondan “¿qué es desempleo?”.
La Navidad de los demócratas
La lucha corajuda por la democracia y por la libertad no debe cesar por la frustración o el miedo. El espíritu democrático debe fortalecerse para continuar en esa lucha frente a los designios totalitarios de un individuo todopoderoso, que se niega a reconocer la existencia de una sociedad mayoritariamente democrática que quiere vivir en paz, en un estado de derechos donde se respeten las libertades públicas, la propiedad privada, la libre empresa y los derechos humanos.
Todos los venezolanos que deseamos una Venezuela libre para nuestros hijos elevemos un pensamiento para los presos por razones de conciencia que pasarán esta Navidad en la cárcel. ¡Reflexiva Navidad! para todos los hombres y mujeres de principios democráticos, recordándoles que la lucha continúa, que quien no espera vencer ya está vencido, y que solo la libertad y la democracia puede llevarnos a una auténtica ¡Feliz Navidad!
Y próspero año nuevo
Que todos los esfuerzos del trabajo, del estudio y de la responsabilidad tengan la bendición de la plena realización personal para el mejoramiento del beneficio colectivo. Que el 2010 sea el año de las nuevas definiciones basadas en el crecimiento de la conciencia inteligente, para poder expresar desde el compromiso individual, nuestra voluntad de participar en el progreso por desarrollo que redundará en el equilibrio indispensable para lograr la Venezuela que deseamos.
Que en el 2010 se imponga la sensatez necesaria para entender, que así como existen en Venezuela sectores subdesarrollados penetrados por la ignorancia, el miedo, el fanatismo y la superstición, que hay que atender con urgencia, también tiene su espacio un importante sector desarrollado en los distintos campos del quehacer social, que trabaja y produce, y que es imperativo respetar, apoyar y fortalecer por su carácter paradigmático, como evidencia de lo posible, y por su decidida importancia como base de sustentación para el proceso ascensional de la nación venezolana, porque definitivamente la patria es la gente y a mejor gente mejor patria.
Por Rafael Marrón González
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