27/6/10
¡Síganme aunque los engañe!...
Curiosa e irresponsable la conducta del Presidente ante los agobiantes problemas del país. Lejos de buscar salidas que hagan posible un equilibrio entre instinto y razón, entre sentimiento y racionalidad, se refugia en iconografías de un futuro que inventa en cada aparición sin indagar si son sensatas o factibles de ejecutar. Horas consecutivas de chácharas en cadena nacional lo obligan a fantasear con inauditas extravagancias. Veamos: refinerías a granel, acueducto del sur, eje Orinoco-Apure, gallineros verticales, cultivos hidropónicos, viviendas chinas e iraníes, entre muchas. Lleva 11 años fabricando ilusiones o, en todo caso, mentiras mientras parte del pueblo las compra. Y es una conducta curiosa porque persiste en otras utopías a sabiendas del fiasco de las anteriores. Prevalece así el signo del ególatra: "quiéranme aunque sea un fracaso como gobernante; basta con mi figura".
Las promesas chavistas se asemejan a la de los itinerantes vaqueros del oeste norteamericano que llegaban a pequeños poblados en pintorescas y bullosas caravanas prometiendo un elixir que curaba todo mal y certificaba el crecimiento rápido del cabello. Ciertamente era un atractivo, sobre todo, para los calvos quienes luego de haber adquirido algunos frascos de aquel julepe se quejaban del fraude mientras la caravana ofrecía su producto en otro poblado. No crecía el cabello pero, eso sí, la superficie craneal quedaba bien pulida.
Más allá de la propaganda oficialista, la gente vive en carne propia la escasez de productos básicos, inflación, inseguridad y derrumbe de la infraestructura. El tramposo elixir revolucionario no está funcionando. Lamentablemente para el venezolano no se trata de una simple alopecia con la que puede subsistir el resto de su vida sino de la dificultad para seguir viviendo como si fuere tolerable el progresivo empeoramiento de las condiciones del medio. El escenario social ha variado tanto que hasta en las calles se percibe una sensible reducción de nuestra tradicional cordialidad. Basta conducir un automóvil para corroborarlo.
¿Es la sociedad venezolana inocente de todo pecado? ¡Por supuesto que no! Los impensados ritos de adaptación a los que nos conduce Chávez nos arrojan a merced de un futuro no planificado ni elegido por nosotros. No obstante que Chávez haya sido electo en sufragios libres insiste en mutilar nuestra capacidad de decidir cómo queremos vivir. Entretanto el país demanda cada vez, con más fuerza, la resolución de los conflictos creados por su régimen desmañado e irreflexivo.
Las elecciones parlamentarias del 26 de septiembre no se corresponden con otro acto cívico a los acostumbrados durante 40 años. El asunto tiene que ver con nuestro futuro. Ya no caben más excusas a menos que accedamos a hundirnos en una cueva y perder toda influencia social. Hasta ahora, ante la entelequia de las juntas comunales, hemos dimitido de nuestro papel de sujetos decisorios mientras los "rojitos" se vuelcan hacia una autocracia de aclamación presidida por un fantasioso que se regocija de su supremacía de la cual se vale hasta para ofender.
Basta revisar la historia, no solo de Venezuela, para corroborar que las negligencias decisivas de un momento dado no pueden ser corregidas a posteridad. Por ejemplo, uno de los hechos más vergonzosos de la historia, como el nazismo, no ha calado en la consciencia mundial en su verdadera proporción. ¿Cuál será la coartada ante nuestros hijos y todos los jóvenes del país? ¿Capitular y crear una ilusión de vida en "otro lugar"? Es la aspiración del Presidente que se siente cómodo encaminando la nación a la mediocridad absoluta. En otras palabras, obligarnos a soportar el dominio de los mediocres.
Nota aparte
El doctor José Ramón Medina significó mucho más que el paso de un funcionario por cargos públicos de trascendencia institucional. Más allá de las funciones de magistrado de la CSJ, fiscal general y contralor de la República, las cuales ejerció con dignidad y recato, estaba el inmutable humanista, poeta y escritor. Detrás de su verbo pautado y profundo fulguraba la mesura del hombre duro e implacable contra la impostura e impudicia pública. Paz a sus restos.
Miguel Bahachille
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