6/11/10

Chernóbil en Miraflores... Tema que trae Alexander Cambero

Corría el año de 1836. Una revista positivista escrita por Petr Chaadaiev, describía con hondo dolor la realidad de la nación marchita: “ni un solo pensamiento útil germinó en el suelo estéril de nuestra patria, ninguna gran verdad fue lanzada desde nuestro entorno; no nos hemos molestado en imaginar por nosotros mismos”. El filósofo fue perseguido y encarcelado; lo hicieron acompañar de ratas en un psiquiátrico maloliente de Lanbinsk. Sin bien, Rusia mantuvo un florecimiento cultural en el siglo XIX, grandes escritores, pintores y músicos; impregnaban los salones de Europa con un talento incomparable. La revolución bolchevique sólo produjo descalabros económicos y millones de asesinados. Ciento setenta y cuatro años después, Rusia sigue viviendo una secuela llena de desilusiones.
El gobierno venezolano desconociendo sus múltiples fracasos en materia nuclear y energética, lo presenta como su mecenas. Una especie de aliado que marcha en el iceberg de la conquista tecnológica, cuando la verdad, es que pocos confían en sus experiencias en estos ámbitos.
Los rusos vienen a Venezuela a vender sus bondades. ¿Por qué no hacen una exposición en los amplios salones del palacio de Miraflores, con fotografías de su desastre de Chernobil? Allí murieron miles de inocentes, otros nacen con malformaciones congénitas, producto de la irresponsabilidad, de los escogidos por Hugo Chávez para proveernos de la energía nuclear. El peor desastre en los anales de la historia, transformó a Chernóbil en un pueblo fantasma. Grandes caserones son ahora el escondite predilecto de las cucarachas. No existe fauna y los grandes bosques quedaron severamente afectados. Los expertos aseguran, que los efectos se sintieron hasta en cuatro mil kilómetros a la redonda.
Diez años tiene el submarino nuclear ruso K- 141 Kursk hundido en el mar de Barents. Murieron ciento dieciocho tripulantes, que no pudieron recibir ayuda alguna ya que su gobierno prefirió su muerte a tener que acoger el socorro que querían prestarles: Estados Unidos, Inglaterra y Noruega. Wladimir putin disfrutaba de sus vacaciones, las cuales no suspendió, por el grave suceso que conmovió al mundo.
El gobierno revolucionario se casa con el desastre. Optó por aquellos que sólo ostentan calamidad infinita en su currículo, habría que mirar la cantidad de aviones que se caen de manera infantil. En la guerra del golfo, las fuerzas norteamericanas destruyeron cerca de ochocientos aviones y helicópteros rusos sin mayor resistencia. Es como la genética de una nación construida para el fracaso. Acudir a su experiencia nefasta en materia nuclear, hablar de la posible instalación de bases en Venezuela, nos recuerda la cruda realidad de Chernóbil.
Hugo Chávez tan dado a cadenas con temas ridículos, debería exponer en aras de la salvación del planeta, de algún espacio en donde se hable de estas catástrofes.
Miraflores llena de testimonios gráficos. Los puentes destruidos, las casas convertidas en ruinas. Las miradas aturdidas de la gente en la búsqueda de sus familiares transformados en huesos retorcidos.
Es sumamente peligroso recibir esta tecnología. El gobierno venezolano insiste en la naturaleza pacifica de las operaciones. Sin embargo, una alianza en donde ande Rusia y la República Islámica de Irán con su presidente Mahmud Ahmadineyad, quien es un instigador de la violencia, no es precisamente un sello de garantía. Los sospechosos viajes a Teherán, en donde se habla de presuntos cargamentos de uranio, deben mantenernos ojo avizor. Son parte de las tenebrosas telarañas que habrá que investigar hasta en la médula.
La madre Rusia y sus aliados, buscan sembrar al hemisferio con su ideología, ojala que no tengamos que llorar un desastre similar al de Chernóbil.
Alexander Cambero

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