8/3/11

LA BESTIA QUE ENFRENTAMOS

Sólo la insurrección y la guerra terminaron con esos devastadores autócratas dictatoriales. Cabe preguntarse si el pueblo venezolano dispone de líderes a la altura de la circunstancia como para salir de la bestia que enfrentamos y si está dispuesto a levantarse en rebeldía contra este Hitler tropical si el fracaso rubricara el uso de medios convencionales. Sería un crimen no reflexionar sobre esta grave interrogante.
Antonio Sánchez García
LA BESTIA QUE ENFRENTAMOS

Leo la biografía narrativa de John Toland sobre Hitler[1]. De todas ellas, algunas extraordinarias como las de Ian Kershaw[2] y Joachim Fest[3], sin duda la menos analítica pero la más rica en detalles y anécdotas, que nos hacen ver al caudillo alemán – uno de los más extraordinarios políticos y militares de la historia moderna – desde una cercanía inédita y fascinante. Quien quiera ingresar al laberinto de pulsiones, fobias, angustias, manías, ocurrencias y luminosos destellos de genialidad de quien determinó el curso de la historia del siglo XX, tiene en la voluminosa biografía de Toland – 1482 páginas en tipo pequeño y papel Biblia – una fuente inagotable e imprescindible de información. Además de una obra maravillosamente bien escrita y narrada.

Me asombra encontrarme en la vida y la obra de uno de los animales políticos más destructivos y apocalípticos de la historia humana rasgos comunes a todos los caudillos autoritarios: la crueldad, la tenacidad, la inescrupulosidad, la amoralidad, el decisionismo y el voluntarismo más asombrosos, el delirio mesiánico y por sobre todo la inmensa capacidad para vivir su vida como si de la vida de sus pueblos se tratara. Una falsa identidad de vida personal y pueblo que constituye una auténtica y devastadora patología, de consecuencias verdaderamente catastróficas, como quedara de manifiesto con los casos de Stalin, de Mao, de Castro. Vida personal e historia colectiva imbricados en un solo haz de furia y terror, de avasallamiento y destrucción, de realización, éxitos y fracasos.[4]

Tenemos constancia de que Hitler fue la primera figura histórica que moldeara las enseñanzas políticas de Fidel Castro. Como Napoleón lo fuera en vida del joven Simón Bolívar, que asistió deslumbrado a los fastos multitudinarios de su coronación. Cuenta Valentín Arenas en el testimonio que consignara para el hermoso libro editado por Rafael Arraiz Lucca sobre los cubanos en Venezuela haberlo sorprendido absorto y fascinado en la lectura de Mein Kampf – Mi Lucha – el librito escrito en la prisión de Landsberg por el putschista de la cervecería en 1924. En donde relata con pelos y señales su proyecto estratégico: hacer de Alemania la primera potencia del mundo, vengar con las armas las humillaciones del tratado de Versalles y erradicar de la faz del planeta a los judíos. Una obra que sólo la voluntad inquebrantable y la grandeza ilimitada de un puñado de hombres a la cabeza de las naciones democráticas de Occidente encabezados por Winston Churchill pudo abortar.

Es altamente dudoso que el teniente coronel Hugo Chávez, demasiado ocupado en montar una conspiración militar para descabezar a la élite gobernante venezolana y montar una tiranía castro comunista en Venezuela, tuviera ni siquiera el tiempo de leer Mein Kampf. Según el testimonio de su psiquiatra personal, el pervertido homicida Edmundo Chirinos, Chávez es un hombre inculto, apenas informado y a la carrera gracias a la lectura de las solapas. Como también lo testimoniara Arturo Uslar Pietri, súbitamente desencantado con el “pobre infeliz” que indirectamente ayudara a encumbrar.

Pero hay en la obra de Chávez los rasgos fundamentales de la personalidad psicopática de Hitler: su indestructible voluntarismo, su olfato ante la putrefacción y decadencia de sus adversarios, su decisión de no ceder ni un milímetro en su avance hacia la destrucción del enemigo y el montaje de su dominio totalitario, su infatigable actividad, su tortuosa astucia, su poder anticipatorio, su aventurerismo, su osadía, sus engaños, sus celadas, sus trampas, su insólito desenfado, su carencia del más mínimo respeto por las normas establecidas. Su fraternidad con Castro y Gadaffi, con Ahmadinejad y Lukashenko, con Sadam Hussein y Mugabe es muchísimo más visceral, biológica e identitaria que política: son bestias feroces de la misma camada.

Sin la colosal fuerza de los aliados, que unieran los ejércitos más poderosos del planeta para enfrentar a un solo país que pusiera en vilo la historia de la humanidad, Hitler hubiera sucumbido de muerte natural. Sin los ejércitos de los Estados Unidos, Sadam estaría vivo y coleando. Sin el monumental levantamiento de los pueblos de Túnez y Egipto, Ben Alí y Mubarak seguirían a la cabeza de sus naciones. Seguimos pendiente del desenlace del más hitleriano de ellos y el más cercano a Chávez: Muammar al-Gadaffi. ¿Terminará como Hitler, en su bunker de Trípoli? ¿O logrará sortear con éxito la guerra civil en que su porfía hundiera a su Nación? Al parecer, no pertenece a la estirpe de Mubarak y Ben Alí: dejará el Poder cuando sus fuerzas lo abandonen.

Sólo la insurrección y la guerra terminaron con esos devastadores autócratas dictatoriales. Cabe preguntarse si el pueblo venezolano dispone de líderes a la altura de la circunstancia como para salir de la bestia que enfrentamos y si está dispuesto a levantarse en rebeldía contra este Hitler tropical si el fracaso rubricara el uso de medios convencionales. Sería un crimen no reflexionar sobre esta grave interrogante.

[1] John Toland, Adolf Hitler, Una biografía narrativa, Ediciones B, Barcelona, 2009.
[2] Ian Kershaw, Hitler, Península, Barcelona, 2000
[3] Joachim Fest, Hitler, Una biografía, Planeta, Barcelona, 2005.
[4] Para quien quiera un resumen de los éxitos y fracasos de Hitler, la obra más profunda sobre el Führer y a la que hay que agradecerle su insólita brevedad, es la de Sebastian Haffner, Anotaciones sobre Hitler, Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2005.

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