8/3/11

La hora de la hombría

Estar preso en un régimen dictatorial requiere altas dosis de hombría: Los políticos que enfrentaron a la bestia Juan “Bisonte” Gómez o a “Motoneta” Pérez Jiménez sufrieron torturas inenarrables, prisiones y exilios, pero jamás claudicaron. Por eso Gómez se murió y su revolución restauradora se disolvió en manos de un nuevo liderazgo. Y el Nuevo Ideal Nacional, del miserable Marcos Pérez Jiménez, no soportó la ira popular.

Nadie pidió cacao ni les dio las gracias a sus carceleros. Lucharon. Sufrieron y murieron, pero lograron su objetivo. La democracia fue el resultado de la forja de la hombría en las más hórridas circunstancias. No era concebible aceptar el perdón del sátrapa, había que derrotarlo y meterlo en la cárcel por sus crímenes como hizo Rómulo con Pérez Jiménez. Los líderes opositores iban presos y no se les ocurría nombrar abogado defensor. Ni pedir juicio justo. Sabían que estaban a merced del régimen y asumían su calvario sin doblegarse ni pedir clemencia.

Un torturador dominicano – Pedro Estrada contrataba extranjeros para torturar, por su desprecio hacia los venezolanos, como Chávez trae cubanos de falsa superioridad moral – y este le dijo a un prisionero político: - Yo conozco los procesos históricos y este gobierno caerá y ustedes serán poder. ¿Y sabe usted por qué? Porque no se rinden. No claudican. No se intimidan. No piden justicia, porque saben que no la hay. No delatan. Los masacramos y ustedes siguen adelante. Esa presión no la soporta nadie. Y así fue.

Las contradicciones de muchos de nuestros líderes de oposición producen pena: Sostienen, por ejemplo, que aquí no ha justicia. Sin embargo al ser acusados de cualquier ocurrencia del talibanato chavista, salen corriendo a designar abogados defensores y a exigir les fijen audiencias, prestándose de esa manera para legitimar las arbitrariedades judiciales del régimen que – con el aplauso de quienes serían sus principales víctimas, sindicalistas y vecinos de barrios populares - sancionó leyes que criminalizaban la protesta y el derecho a huelga y a las acciones de calle que solían resolver los reclamos del pueblo y de los trabajadores.

Otro gallo cantaría…

Si la coherencia marcara las acciones de nuestros líderes, estarían preparados para sufrir las consecuencias de sus luchas de calle, incluyendo la privación de libertad. Tendrían que llevarlos con grúas ante los jueces del horror y bien amarrados para poderlos someter. Y ante ellos gritarían con furia su desprecio. Que les dicten la condena. Que hagan lo que les dé la gana. Que disfruten su oportunidad de demostrar su servilismo. Pero no lograrían su cometido de reducirlos por el miedo.

Como aquel patriota colombiano que no se callaba a pesar de la reiterada orden del vil Mujiquita que fungía como juez, respondiéndole: ¡Métale otra bala al fusil! Así es la hombría. Ese llantén da vergüenza. Si van pedir clemencia quédense en sus casas viendo Aló Presidente. Porque la hora de la gloria personal, en estos casos, tiene muy pocos minutos. Si no reconozco la justicia del régimen, si creo que actúa por razones políticas y no jurídicas, entonces no la acepto y punto. No me interesa la farsa del debido proceso. Rechazo abogados defensores. No me presto para el show semanal de la audiencia con mi familia llorando en la puerta del tribunal, para beneplácito de la satrapía. Para su sonrisa sardónica.

El caso Rubén González

Jamás debió aceptar Rubén González una libertad condicional. Porque si es inocente, debía dictársele libertad plena. Y si es culpable debe cumplir su sentencia. Porque si es inocente ¿quién responde por ese año y medio que estuvo entre rejas por una acusación canalla apoyada por viles comisarios del régimen que se dicen “sindicalistas”; por el sufrimiento de sus familiares; por la pérdida de sus posibilidades? Esa media tinta que lo pone en la calle con régimen de presentación es un insulto a su dignidad.

Una limosna barata que empequeñece toda la lucha que libró desde la cárcel con la entereza de un avezado patriota. Y su aceptación desarticula el formidable movimiento político – sindical – estudiantil que se estaba gestando en su nombre. Fueron segundos para la reflexión. Para el reto al poder y a su obediente sistema de reducir por el miedo el justo reclamo popular. Para oponerse a la soberbia poderosa que demuestra, con el juego del gato con el ratón, su control sobre vidas, propiedades y sentimientos. Señores: Llegó la hora de la hombría. Se es o no se es.

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