31/3/11

Ladrones de naciones







Temporales de vientos malsanos, que por años han azotado con violencia a los pueblos de diversas latitudes. Tempestades desatadas, con la furia de posesos insaciables de mando, que aferrados como lapas a la roca del poder, hoy están siendo asfixiados por una amenazante y gigantesca ola de espuma democrática. A los ladrones de naciones, les llegó la hora de pagar por sus fechorías. Naciones prisioneras, arrastradas a la miseria moral y económica, por los arrebatos de implacables ególatras. Pueblos tristes... desamparados por la hipocresía de los que mucho prometieron y no cumplieron. Pobres... humillados por los engaños y las burlas de los que autoproclamándose sus justicieros, los toman como banderas, para luego echarlos al olvido o utilizarlos como escudos humanos. Caraduras, que arriban al poder enmascarados de demócratas o revolucionarios y una vez posicionados en la silla que confunden con un trono, muestran con palabras y hechos su índole totalitaria. Amenazas a los que disienten, Provocación de éxodos, al declarar enemigos a los opositores e incluirlos en listados fascistas; insultos, persecuciones y encierros en cárceles inmundas.
Vericuetos difíciles de transitar, caminos de precipicios sin puentes, que detienen la marcha a un futuro de cara al progreso y a la modernidad. Corazones latiendo de prisa, insomnes… ante la certeza de la pérdida del territorio patrio y de las libertades. Drama que conjuga: dolor, rabia e impotencia. Es menester pasarles por encima, con coraje y sin temores a los obstáculos que entorpecen el andar de los pueblos a la senda del desarrollo, del florecimiento, de la justicia, de la paz y del sentimiento de pertenencia a la tierra en la que se nació.
No es posible, que en pleno siglo XXI, estos ladrones de naciones sean aceptados por las organizaciones internacionales, inclusive como miembros en comisiones de Derechos Humanos. Que por un chorro de petróleo, se tolere y se acepte el ejercicio del poder total, controlador de vidas y de pensamientos. Que por el prurito de los principios de soberanía y autodeterminación de los pueblos, (a los que apelan los tiranos como si fueran trincheras para protegerse) se mantengan por años en el mando desalmados fanfarrones, que por apetitos enfermizos convierten a los países que gobiernan en camposantos o en cárceles, para mantenerse mandando indefinidamente. Comentan los psiquiatras, que el poder cuando se ejerce a largo plazo termina desquiciando a quién lo tiene y con mayor intensidad a personalidades megalómanas. Lo cierto es que el déspota, mientras más años tiene en el mando más tiránico se vuelve.
El temor a la pérdida de tantos privilegios, los obliga a pertrecharse de implementos bélicos; a construir túneles y bunkers al mejor estilo hitleriano; guaridas con paredes blindadas donde esconder sus miedos y sus cobardías, cuando su relación con el pueblo deviene en decepción y rabia. Organizan cuerpos armados paralelos, subordinados a sus requerimientos, entregan las armas de la República como si éstas fueran de su exclusiva propiedad, mientras los militares profesionales son atemorizados, perseguidos y detenidos sin acusación y juicio o expulsados de las filas de la institución castrense.
Alimentan sus egos con costosas propagandas desplegadas a lo largo y ancho del país dominado y… con el poder subido a la cabeza se piensan Dioses o Monarcas a los que adoradores y súbditos deben rendirles pleitesía. El atraso está presente en estos devastadores de pueblos, de elemental educación, formación y conocimientos. Hábiles manipuladores en engañar y en explotar el sentimiento y la ignorancia de la gente común y humilde, a la que premeditadamente no le resuelven sus carencias, para tenerlos pendiendo al hilo de la esperanza que mueven a su antojo. Entre tanto, exportan capitales a los Bancos del mundo para asegurarse un exilio dorado.
Los pueblos están recogiendo las lecciones dadas por los pueblos del Mediterráneo. Al grito de ¡libertad!... ¡basta de tiranías!... se sacudieron años de angustias, de penurias e injusticias. Poblaciones, que soportaron en silencio las arbitrariedades de los que se creían dueños de todo, hasta que ese silencio se volvió grito efervescente, explotando en la cara del déspota. Le enseñaron a los sometidos del mundo, que la fórmula inequívoca, es acudir unidos a las calles, plantarse con coraje y dar la cara, para recuperar las Naciones robadas.

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