La situación está difícil para el actual gobierno venezolano. Después de 12 años con los mayores ingresos petroleros que haya conocido Venezuela, la economía del país está quebrada por obra y gracia de una pésima administración, una corrupción galopante y la más aguda incapacidad gerencial.
Los problemas que azotan a la nación, que Chávez prometió resolver cuando ganó las Elecciones Presidenciales de 1998, se han agudizado de tal forma que ya no hay manera de esconderlos. Las cadenas con las cuales mediante el uso de un lenguaje y unos chistes prosaicos, distraía a la nación, ya la gente las rechaza. Las promesas, a punta de incumplimiento por parte de quien promete y su equipo, solo mueven a los necesitados con la esperanza de un “por si acaso” se cumplen, que se hace cada vez más lejano y difuso. Mientras tanto los venezolanos se enfrentan cada día a los mismos problemas que tienen desde hace años, ahora acrecentados al máximo. Después de dos períodos presidenciales ya no hay excusa posible, lo que hay es una olla de presión debida a la angustia y desilusión de una gran mayoría de la población, que exige soluciones reales, sin crear nuevos problemas.
Dada esta situación, el gobierno recurre a tácticas de distracción. 1) La culpa es del odiado “Imperio”, pero resulta que el imperio es el único que paga con dinero constante y sonante, y, si de verdad el Departamento de Estado se molestara y diera la orden de dejar de comprar y pagar contra factura, los problemas para Venezuela serían muy serios. 2) Provocar una respuesta patriotera por parte de los ciudadanos, que por cierto no han salido ha rasgarse las vestiduras (Señal que no han mordido el anzuelo), más bien han sido los líderes de ambos bandos lo que han salido con un discurso ridículo, al que la mayoría ha criticado. 3) El sacrilegio, para que provoque un disgusto y enfrentamiento entre los ciudadanos, aspavientos, noticias alarmantes y escándalos. Con esos fines quienes actúan a escondidas se han dedicado a decapitar, destrozar, pintar de rojo, abalear las imágenes de la Virgen en sus diferentes apariciones en zonas occidentales del país, incluyendo en la senda del sacrilegio la figura del Dr. José Gregorio Hernández, el médico que los venezolanos aspiran que algún día sea llevado a la santidad.
Quienes seleccionaron la táctica del sacrilegio se olvidaron que el pueblo venezolano aunque irreverente es cristiano, y, tiene devoción real hacia las imágenes de la Virgen que representan a su región: a esas mismas en cuyo nombre se celebran ferias con una inmensa participación popular, la cual es esencialmente una manifestación de veneración.
Para los católicos, la Virgen no solo es la Madre de Dios, es la imagen que representa a la MUJER (con mayúsculas), que es venerada. Es la representación en un segundo escaño de la madre de carne y hueso, de cada uno de nosotros. Esa misma madre que nunca nos falla y que al dejar de existir siempre echaremos de menos. Un hombre puede faltarle el respeto a su mujer, puede llegar hasta golpearla, pero la madre de cada uno es su MADRE, su vieja, quien lo trajo al mundo. Por encima de esa madre sólo está la Virgen.
Quienes se encargaron de pintar de rojo a las Vírgenes de Coromoto, El Rosario y Divina Pastora en los estados de Lara y Yaracuy, y además decapitaron a la imagen de José Gregorio Hernández, dejaron bien claro su discriminación, intolerancia y falta de principios.
A la imagen de la Divina Pastora le destrozaron sus ovejas y le dieron un tiro en la cara, que le entró por el pómulo y le salió por la nuca. Al cumplir la orden de ejecución de este acto sacrílego, quienes dieron la orden y quienes lo llevaron a cabo, no estában abaleando a la Virgen, abaleaban a su propia madre, demostrado vandalismo, lo que son capaces de hacer, falta de respeto y extremo abuso.
Si se hubieran detenido a pensar aunque hubiera sido un momento, se habrían dado cuenta de su enorme torpeza, al haber dejado en claro que ni dentro de su cabeza, ni de su alma hay amor o respeto alguno hacia la mujer como ser humano.
También dejaron en claro que no les importan las tradiciones, ni las creencias, ni los derechos, ni la naturaleza, ni las costumbres, ni el sentir del pueblo a cuya voluntad apelan. Esa es la razón por la cual a sus adversas acciones no encontraron la violencia que buscaban desatar, sino todo lo contrario desagravio y adoración hacia la Virgen, mujer y madre de todos, y, el asentamiento de una profunda desconfianza hacia aquellos que cometieron tal bajeza. Confianza en ustedes ¡Más nunca!
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