Si Chávez estuviera tan sano sanote como quiere hacernos ver, tirando peloticas con el profesor Girafales, ni caso haría de las noticias que informan, de pronto, que fue internado de emergencia ante una crisis renal o algo por el estilo. Precisamente, ese estar saliendo en TV cada vez que alguien dice públicamente algo sobre su enfermedad secreta, es lo que nos lleva a algunos a pensar que está ganando tiempo para que a su muerte, las cosas estén tan arregladas que nada ocurra y todo siga, como en El Gato-Pardo, diferente... pero exactamente igual.
Chávez se está muriendo y lo sabe, aunque está en la etapa de la negación, es decir, se niega a aceptar una realidad que sabe inevitable, y eso, es humano y lógico pero, para nada cambia el final que, más temprano que tarde, va a tener que afrontar, vamos a ver si con valentía, o gritando como un camión de cochinos (parafraseándolo a él).
La pregunta de las sesenta y cuatro mil lochas es esta; ¿Qué va a pasar cuando Chávez se ahogue con su último suspiro? ¿Qué qué va a hacer ese 64 por ciento que lo rechaza en todas las encuestas serias? ¿Se van a quedar metidos en sus casas a ver qué pasa, o van a salir a llenar las calles con su presencia y con sus gritos de libertad? ¿Van a hacer lo que hizo Enrique Mendoza aquella malhadada noche, cuando se sumergió en la inconsciencia de un soponcio y dejo a Ramos Allup que tomara la palabra e hiciera lo único que podía hacer en ese momento en el que el líder no era él, sino el mirandino, que había jurado que saldría a las 8 de la noche a defender los votos de los venezolanos?
Y más importante para nosotros es ¿qué vamos a hacer los militares? ¿Seguiremos callados o nos pondremos al lado del pueblo en su lucha contra este desastre moral, institucional, material y económico? O es que acaso seguiremos rumiando en secreto nuestra ira y permitiremos que la entrega de nuestra soberanía, la corrupción y el desastre nacional continúen sin freno.
De lo que los venezolanos, y en particular nosotros los militares, hagamos o dejemos de hacer en ese momento, va a depender en gran parte que un Adán Chávez, un José Vicente Rangel (el hombre corcho) o alguno de los integrantes del servil alto mando e incluso, seres tan anodinos como Elías Jaua o Nicolás Maduro, pescando en río revuelto, terminen sentados en la silla presidencial, negociando con algunos de los líderes de la oposición.
Ya veo a varios de ellos hablando de la reconciliación con la banda que no solamente ha quebrado a la nación sino que ha sido implacable en la persecución de toda disidencia civil o militar; hablando de la amnistía que este gobierno se ha negado a concederle a los inocentes que están cumpliendo 30 años de cárcel y a miles de exilados sin ser ni corruptos, ni ladrones ni asesinos del pueblo; me avergüenzo por ellos y me niego a mirar hacia un futuro todavía más lleno de complicidades y perdones acomodaticios y llenos de culillo.
No hay que ser adivino, al estilo del hombre de las batas refulgentes, para anunciar la muerte del tirano, porque eso hasta se le puede mirar en el color ceruleo de la piel, en las manchas (petequias) características del avance del cáncer y en la cara de luna llena que en cualquier momento se le va a reducir a una mueca grotesca, frente a la señora de la guadaña.
Chávez se está muriendo y eso, no tiene vuelta atrás, así que los militares tenemos que ir pensando cual va a ser la actitud que vamos a tomar nosotros cuando eso ocurra y decidir si vamos a dar pelea junto a los sectores verdaderamente democráticos en el terreno que sea para reconquistar el gentilicio venido a menos, los derechos conculcados de manera grosera y arbitraria, la libertad toda, en fin, o vamos a continuar llorando como cobardes lo que no hemos sabido defender como varones.
Sepan que, en relación a ese desgraciado accidente que le ocurrió a Venezuela hace ya 13 anos, todo está consumado. Solo es cuestión de tiempo el que un buen día amanezca el comandante-presidente, con la boca abierta, buscando un poco de aire que no le va a llegar y sepa, al fin, que nunca fue otra cosa que un simple mortal más. Que nunca dejó de ser el Tribilín de la Academia Militar, el mismo mal estudiante que reprobó materias nada más empezar su vida de uniforme y luego, lo volvió a repetir en los cursos de Estado Mayor, y que no fue nunca la imagen resucitada de Jesús de Nazaret o de Simón Bolívar, y entonces, ese día, en ese último segundo de su existencia, quizás llegue a arrepentirse de todo el mal causado a la República y a quienes somos hijos de ella y que conste, que solo digo quizás.
Cuando traspase los límites entre lo terrenal y lo que viene luego, sea esto lo que fuere, que sea Dios quien lo juzgue y lo perdone si es que tiene perdón todo el mal que nos hizo durante su gestión dictatorial porque yo, como militar que juré defender la patria, mientras me quede un hálito de vida, no lo perdonare, pues no tienen perdón la politización de la fuerza armada, la destrucción de PDVSA, el odio que nos deja entre venezolanos, la entrega de la tan cacareada soberanía nacional a los chulos cubanos, el futuro nuestros descendientes hipotecado per secula saeculorum a los chinos, a los rusos y a los brasileros y la vergüenza mundial de tener que haber aceptado que él, fue nuestro Presidente, y que anduvo por el mundo entero provocando la risa de propios y de extraños con sus ridiculeces, las mismas que llevaron al mismísimo Rey de España a gritarle en mitad de una reunión mundial, ¿PORQUE NO TE CALLAS?
En fin, vayamos entendiendo que el final de esta horrible pesadilla esta cerca, gracias la Providencia y no a nosotros mismos, y, vamos a prepararnos de una vez, militares y civiles, para hacer lo que ya, hemos debido hacer desde hace mucho tiempo: defender lo que es nuestro con todos los hierros.
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