La meta de esa milicia es llegar a un millón de efectivos equipados con armas modernas para someter por la fuerza cualquier forma de oposición y eliminar a la Fuerza Armada Nacional, que no llega a cien mil soldados. Esa milicia, montada sobre el patrón hitleriano, no obedece a la Constitución, sino a su amo: Chávez.
Con la Guardia del Pueblo, una de sus inspiraciones súbitas, Chávez aumenta el desorden policial que propicia el desarrollo de ese cáncer típicamente chavista llamado inseguridad personal.
Un cáncer chavista
El pasado viernes 18 de noviembre, el Presidente de la República anunció una de sus ideas geniales: la creación de la Guardia del Pueblo. Entre los venezolanos informados y responsables, la primera reacción fue de preocupación ante la posibilidad de que ese nuevo cuerpo estuviera integrado por la milicia, organización armada compuesta por militantes de ultra izquierda cuya razón de ser es la de ir reemplazando a la Fuerza Armada y apoderarse de las calles del país para ejercer un control total sobre la vida de los venezolanos.
La meta de esa milicia es llegar a un millón de efectivos equipados con armas modernas para someter por la fuerza cualquier forma de oposición y eliminar a la Fuerza Armada Nacional, que no llega a cien mil soldados. Esa milicia, montada sobre el patrón hitleriano, no obedece a la Constitución, sino a su amo: Chávez.
Posteriormente recibí informes de que la primera camada de la “Guardia del Pueblo” no está integrada por la milicia, sino por reclutas recién graduados de la Guardia Nacional Bolivariana con rango de sargentos. Su objetivo es conjurar un mal típicamente chavista: la inseguridad personal en que viven los venezolanos, especialmente los más pobres.
La inseguridad es un mal de vieja data. En la Cuarta República se la mantuvo dentro de límites manejables. Aun con los precios del petróleo en el piso, la Caracas de 1998 estaba protegida. Había menos criminales sueltos porque había menos desempleo y más producción. Teníamos la Policía Metropolitana, que más bien que mal desempeñaba su función preventiva. Pero la gente quería un cambio de gobierno, porque la caída del petróleo de $40 a $7 por barril había afectado su nivel de vida.
En medio de aquella estrechez, llegó Chávez a salvar la patria eliminando la corrupción y liberándonos de los yanquis. Su llegada coincidió con el fin de la recesión económica en Occidente y el crecimiento económico de China.
Estos dos fenómenos, tan ajenos a la voluntad del gobierno venezolano como lo había sido la anterior caída de los precios del petróleo que demolió a la Cuarta República, produjeron el boom petrolero que desde comienzos de siglo elevó los precios del crudo de $7 a $140. Después, el barril de crudo ha bajado un poco, a unos $100, pero ese monto, malbaratado por Chávez, es todavía 25 veces mayor que el que tuvo Caldera.
Cualquiera diría que deberíamos estar 25 veces mejor que cuando llegó Chávez, ya que en esa proporción han sido mayores los ingresos. En vez de eso, la situación de Venezuela no puede calificarse sino con adjetivos como “desastrosa”. Los atroces resultados están a la vista, y una de las áreas más perjudicadas es la seguridad pública, donde el desempeño de Chávez ha sido infame, pues la inseguridad se ha multiplicado.
La última cura milagrosa para este cáncer chavista de la inseguridad es la Guardia del Pueblo. Lamentablemente, eso también fracasará, porque la inseguridad no es un problema militar. Es un problema que se controla con aumento del empleo, educación y, por supuesto, una policía eficaz. La Guardia del Pueblo, esos reclutas convertidos en sargentos, restarán recursos a la Policía Nacional y frenarán su desarrollo. Es un ofrecimiento demagógico con el cual Chávez engaña al pueblo y se engaña a sí mismo, mientras sus numerólogos inventan una fórmula matemática que le permita decir que aunque los crímenes aumenten la criminalidad disminuye
En términos estrictamente técnicos se sabe que la inseguridad ciudadana llegó a su apogeo con la eliminación de la Policía Metropolitana. Mal que bien, ese cuerpo, mientras estuvo bajo la Gobernación del DF, cumplió su misión. Hoy, bajo control del Ministro del Interior, manejado por personajes como el siniestro narcoterrorista Rodríguez Chacín y ahora el imberbe Al Aissami, ese cuerpo es un desastre famoso. Miles de policías con experiencia fueron tirados a la calle por no ser comunistas. Los substituyeron novatos formados a la carrera por instructores cubanos. La Escuela de Policía Nacional tiene profesores y pensum cubanos, y el filtro de ingreso requiere que los aspirantes sean rojo rojitos.
El resultado es que el ciudadano venezolano está a disposición de los criminales. Venezuela está desguarnecida. Una situación a la cual se suma ahora el desorden que provoca esta nueva Guardia del Pueblo formada por reclutas que más bien estorbarán en una labor que requiere formación y experiencia, como es la función de policía.
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