Está vivo el recuerdo de aquella visita mañanera a la Plaza Bolívar. Movido por súbita inspiración, inquirió al alcalde anfitrión: ¿ Ese edificio quién lo ocupa? Es el emblemático edificio La Francia sr. Presidente, en el que tienen sus talleres muchos artesanos joyeros ¡Exprópiese! ¿Y aquel otro? Es de la Iglesia ¡Exprópiese! ¿Y el otro? ¡Exprópiese!. En esa exaltación se mantiene. Persona de su intimidad, alérgica a la acumulación de secretos, susurra que en sus pesadillas frecuentes, se les escapa el grito: ¡Exprópiese!¡Exprópiese!
El delirio expropiatorio se ha tornado amenaza nacional. Ningun tipo de propiedad se respeta. Sorpresivamente, piquetes de la Guardia Nacional toman por asalto fincas en plena producción, con desalojo violento de propietarios y trabajadores. Millares de trabajadores del campo han quedado sin ocupación ni sustento, en total e irremediable desamparo. Las plantas industriales tampoco se salvan del frenesí expropiatorio. Ni los establecimientos comerciales. El caso de Agroisleña es elocuente. Fue desarticulado por completo aquel mecanismo eficientísimo de asistencia integral de los productores del campo.
Cuando el gobierno procede de esa manera expedita se coloca al margen de la Constitución Nacional. Su legitimidad queda en entredicho. En efecto, la Constitución (art 115), dispone con claridad y precisión que “solo puede expropiarse mediante sentencia firme y pago de justa indemnización”. Todos los despojos, con disfraz de expropiación, ejecutados durante trece (13) años por este gobierno se han realizado sin intervención de tribunales y sin pago de indemnizaciones. Son írritos.
Machiavelo se equivocó. El pensador florentino sostenía que los seres humanos podemos soportar pasivamente hasta los peores agravios menos que se nos arrebate la propiedad de los bienes. Pues bien, los venezolanos hemos soportado y seguimos soportando esos arbitrarios despojos con desconcertante mansedumbre. Es de suponer que los millares de compatriótas afectados confían en que algun día se les hará justicia.
Se supone que las “expropiaciones”van a ser uno de los grandes temas de la campaña electoral, ya que ésta sera una confrontación entre dos modelos incompatibles de sociedad: el modelo democrático y el modelo totalitario-comunista (el de Cuba). Es presumible que un elevado número de venezolanos no tengan conciencia clara del problema de las expropiaciones, y que eventualmente puedan tener la impresiòn de que afectan exclusivamente a los ricos, como tratan de hacer ver los diestros goebbelianos que manejan la propaganda oficial. Tal vision equivocada puede verse reforzada por la circunstancia desafortunada de que ni los afectados ni quienes los representan y lideran han protestado con fuerza y de manera sistemática. Es mérito indiscutible de la valiente diputada María Corina Machado haberle dicho al Presidente, frente a frente, en ejercicio de sus prerrogativas parlamentarias, que expropiar sin pago de junta indemnización, es robo.
El frenesí expropiatorio no conoce fronteras. El Presidente se siente todopoderoso y sicológicamente necesita exhibir su poder. Le tocó el turno a los bancos. Con todo irrespeto ha amenazado a los banqueros con expropiarlos si no conceden cuanto crédito agropecuario se les solicite, así sea sin garantía. El Presidente olvida que el dinero de los bancos no pertenece a los banqueros, pertenece a los depositarios. Ni siquiera existe el recurso de otra época: convertir el dinero en morocotas y colocarlo en botijas que se guardaban bajo tierra. Veremos que pasa.
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