Piensa
Chávez (y no le falta razón) que Capriles va a pedirle cuentas del
billón y medio de dólares ingresados en la Tesorería Nacional en los 5
años (2003-2008) del último ciclo alcista de los precios del crudo, y
que se evaporaron sin resolver el déficit de 4 millones de viviendas que
afecta a los venezolanos más pobres, la destrucción del sistema
eléctrico nacional que genera apagones de hasta 5 horas diarias en las
principales ciudades del país, y del colapso en la producción agrícola e
industrial que nos tiene importando el 90 por ciento de lo que
consumimos.
“¿Por qué presidente Chávez” y oigo la voz de Capriles ronca pero firme, cuidadosa pero afilada, “por qué en el último año del gobierno que presidió, por allá en 1998, el presidente Caldera, murieron en las calles de Venezuela, como resultado de la violencia, 5 mil venezolanos, y el año pasado, el penúltimo de su segundo período presidencial, hubo un saldo de 19.500 venezolanos asesinados?
El pánico de Chávez a debatir con la nada
Es comprensible que la palabra “nada” tenga para Hugo Chávez un significado intimidante, y, de alguna manera, obsesivo, si lo relacionamos con la circunstancia de que el proyecto por el cual luchó por lo menos los últimos 30 años de su vida está punto de colapsar y desaparecer para siempre.
Final de juego en el cual, luce con una cierta incapacidad para desempeñarse en una batalla que lo requeriría con todos sus atributos y fortalezas, pero en el que, también el hartazgo de seguidores a quienes ya molesta hasta los tuétanos oírlo decir y hacer los mismos disparates, están jugando su papel.
Trece años son suficientes en términos históricos y humanos para que, empeñado en propósitos y búsquedas de orden social, el hombre se detenga, mire a su alrededor y se fije en el sucesor, o sucesores, que habrán de continuar y enriquecer su obra.
Y ahí es donde pienso que Chávez se encontró con la nada, pues no pudiendo él mismo, por razones biológicas, ser su sucesor, ni permitiendo que ninguno de sus hombres más leales lo sean, ahí es donde creo que el alucinante film de su historia se interrumpió para dejar pasar la palabra: FIN.
Si la película continuara, es evidente, que tendría un nuevo protagonista y que no es otro que el candidato de la oposición democrática, Henrique Capriles Radonski, su sucesor por decisión soberana del pueblo de Venezuela, y quien, por cierto, no quisiera que Chávez se despidiera sin debatir con él en cadena de radio y televisión, sobre lo que deja o dejó de dejarle a los venezolanos.
Chávez le ha respondido con un “NO” rotundo, pero reforzado de la única manera que sabe saberlo: con insultos.
Ha dicho: “No debato con Capriles porque Capriles es la nada y yo no debato con la nada”.
En otras palabras, que no queda más remedio que referirse a la obsesión que tiene Chávez con la palabra, a lo cerca que la siente de sus hechos y pensamientos y de cómo, muy a lo freudiano, trata de proyectarla hacia circunstancias, sucesos y personajes que marchan en sentido contrario.
Pero, más allá de la psicohistoria, es, cuando menos, una frivolidad política, una ceguera de la peor especie, y que, como no tiene fundamentos en la realidad, sino en el desespero de no ser puesto en evidencia, tienen al candidato Hugo Chávez haciendo el más intragable papel de su vida.
Que es el del huidizo, resbaloso, correlón, el del candidato inodoro, incoloro, insaboro e insípido que, además, se niega a dejarse ver, y confrontarse con el hombre que rueda por la vía de desalojarlo de la presidencia de la República.
Piensa Chávez (y no le falta razón) que Capriles va a pedirle cuentas del billón y medio de dólares ingresados en la Tesorería Nacional en los 5 años (2003-2008) del último ciclo alcista de los precios del crudo, y que se evaporaron sin resolver el déficit de 4 millones de viviendas que afecta a los venezolanos más pobres, la destrucción del sistema eléctrico nacional que genera apagones de hasta 5 horas diarias en las principales ciudades del país, y del colapso en la producción agrícola e industrial que nos tiene importando el 90 por ciento de lo que consumimos.
“¿Por qué presidente Chávez” y oigo la voz de Capriles ronca pero firme, cuidadosa pero afilada, “por qué en el último año del gobierno que presidió, por allá en 1998, el presidente Caldera, murieron en las calles de Venezuela, como resultado de la violencia, 5 mil venezolanos, y el año pasado, el penúltimo de su segundo período presidencial, hubo un saldo de 19.500 venezolanos asesinados?
O sea, presidente, que un asombroso e inexplicable crecimiento del 350 por ciento.
¿Sabía usted, presidente, o alguien se lo ha dicho, que tenemos el récord de más muertos por violencia carcelaria en el mundo, y que ni siquiera en países de la región que hasta quintuplican la población carcelaria venezolana, como Brasil y México, se producen tantos asesinatos y como consecuencia de riñas entre los presos?
Aquí también debo dar cifras: un promedio de 400 presos asesinados por año, habiendo uno en que, simplemente, el número da vértigo: 600
Presidente…un billón y medio de dólares…y ni una cárcel nueva, las mismas de los años 50, 60, 70 y 80, más de 20 mil presos hacinándose en galpones que llaman pabellones, en cuchitriles que llaman calabozos, sin atención especializada, ni vigilancia que se preocupe de otra cosa que no sea de la matraca, la represión y la extorsión y seres humanos dejados de la mano de Dios, sin planes de recreación y reinserción, de atención médica y psicológica.
Y lo que es peor presidente: sin el debido proceso…Porque pasan meses y hasta años para que tengan su primera audiencia, pero en sentido alguno para que se aligeren sus procesos y puedan ser llevados a juicio para que se establezca si son culpables o inocentes, se les dicte sentencia o se les mande a sus casas, sino para empezar un calvario donde no es extraño que tengan que pagar por un nuevo traslado a los tribunales, y que de allá los devuelvan, porque o el juez, o el fiscal, o el personal de secretaría, no asistió al acto.
Paso por alto, o mejor, no voy a explayarme mucho, presidente -porque es demasiado doloroso-en el horror de que las cárceles han pasado al control de bandas de la delincuencia organizada, que introducen armas, dinero y drogas en los recintos y usan a los presos como aguantadores y/o auxiliares de sus delitos.
Tenía tiempo que no lo veía, presidente (ahora se le ve muy poco), y cómo tengo semanas recorriendo el país, es casi un milagro hasta tropezarlo en sus antes crónicas. y ahora raras, cadenas de radio y televisión. Pero lo vi la otra noche anunciando una nueva misión (la Misión “Vida Venezuela”, creo que se llamaba ) que supuestamente va solucionar el problema de la inseguridad, y me preguntaba: Caramba, ¿13 años y ahora es cuando el presidente se da cuenta que hay un problema de inseguridad en el país, ahora es cuando percibe que el derecho a la vida se le arrebata día a día y noche a noche a cientos de venezolanos, y que sobrevivir a la acción del hampa es una hazaña de la cual no siempre se escapa ileso, y sin recibir heridas físicas o morales?
Pero aparte de eso presidente, ¡otra misión, cuántas misiones! Y vuelvo a preguntarme: ¿pero si esas misiones sirvieran para algo, el país tendría los problemas que tiene ahora, los problemas que lo agobian, que lo acosan, que lo destruyen?
Pues, yo creo que no presidente, que si en algo hubieran sido útiles, ayudarían a que la Venezuela que deja su gobierno. no haya pasado a ser sinónimo de horror: Barrio Adentro, Robinson, Milagro, Caricuao, Agro Venezuela, Amor Mayor, Negra Hipólita, Hijos de Venezuela, Saber y Trabajo, Misiòn Vivienda, y muchas, muchas más.
Primero, una misión cada mes, después cada semana y ahora cada día.
Pero los problemas, presidente, surgen, crecen y se multiplican hora a hora, minuto a minuto, segundo a segundo. Antes no había hospitales para los enfermos, después hospitales y médicos, y ahora, hospitales, médicos, ni medicinas.
Como fantasmas, merodean los enfermos por los hospitales, como sombras agónicas los ruletean sin posibilidad de encontrar una cama donde curarse y como condenados regresan a sus casas o ranchos a esperar que la muerte se apiade de ellos.
Y usted viene en la noche, da una cadena, y anuncia que creó otra misión, la misión “Sálvase quién pueda”. Digo yo, por decir algo.
Hay mucha gente rica en su gobierno, mucha gente. Algunos dicen que son los grandes depositantes de la banca suiza, otros de la portuguesa, otros de la banca alemana (hay banqueros cómplices en todos los bancos del mundo) y también que muchos de esos supermillonarios han sido funcionarios de las misiones, o de Mercal, o de Agroisleña (que usted llama ahora Agropatria), pero que fue estatizada y ha convertido en rastrojos lo que antes fueron campos fértiles y productivos.
Vamos ahora, presidente, a hablar de otro de los temas importantes que me trajo aquí, y del que estoy seguro van a querer oírlo los millones de venezolanos que nos ven está noche. Comienzo presidente, dígame: ¿qué pasó con PDVSA?
Y aquí en el estudio pareció producirse como un temblor, sonó como un fogonazo, hubo unas luces que se apagaron y otras que se encendieron, se vio como una sombra que huía y una palabra explotó en las pantallas de los televisores: NADA.
“¿Por qué presidente Chávez” y oigo la voz de Capriles ronca pero firme, cuidadosa pero afilada, “por qué en el último año del gobierno que presidió, por allá en 1998, el presidente Caldera, murieron en las calles de Venezuela, como resultado de la violencia, 5 mil venezolanos, y el año pasado, el penúltimo de su segundo período presidencial, hubo un saldo de 19.500 venezolanos asesinados?
El pánico de Chávez a debatir con la nada
Es comprensible que la palabra “nada” tenga para Hugo Chávez un significado intimidante, y, de alguna manera, obsesivo, si lo relacionamos con la circunstancia de que el proyecto por el cual luchó por lo menos los últimos 30 años de su vida está punto de colapsar y desaparecer para siempre.
Final de juego en el cual, luce con una cierta incapacidad para desempeñarse en una batalla que lo requeriría con todos sus atributos y fortalezas, pero en el que, también el hartazgo de seguidores a quienes ya molesta hasta los tuétanos oírlo decir y hacer los mismos disparates, están jugando su papel.
Trece años son suficientes en términos históricos y humanos para que, empeñado en propósitos y búsquedas de orden social, el hombre se detenga, mire a su alrededor y se fije en el sucesor, o sucesores, que habrán de continuar y enriquecer su obra.
Y ahí es donde pienso que Chávez se encontró con la nada, pues no pudiendo él mismo, por razones biológicas, ser su sucesor, ni permitiendo que ninguno de sus hombres más leales lo sean, ahí es donde creo que el alucinante film de su historia se interrumpió para dejar pasar la palabra: FIN.
Si la película continuara, es evidente, que tendría un nuevo protagonista y que no es otro que el candidato de la oposición democrática, Henrique Capriles Radonski, su sucesor por decisión soberana del pueblo de Venezuela, y quien, por cierto, no quisiera que Chávez se despidiera sin debatir con él en cadena de radio y televisión, sobre lo que deja o dejó de dejarle a los venezolanos.
Chávez le ha respondido con un “NO” rotundo, pero reforzado de la única manera que sabe saberlo: con insultos.
Ha dicho: “No debato con Capriles porque Capriles es la nada y yo no debato con la nada”.
En otras palabras, que no queda más remedio que referirse a la obsesión que tiene Chávez con la palabra, a lo cerca que la siente de sus hechos y pensamientos y de cómo, muy a lo freudiano, trata de proyectarla hacia circunstancias, sucesos y personajes que marchan en sentido contrario.
Pero, más allá de la psicohistoria, es, cuando menos, una frivolidad política, una ceguera de la peor especie, y que, como no tiene fundamentos en la realidad, sino en el desespero de no ser puesto en evidencia, tienen al candidato Hugo Chávez haciendo el más intragable papel de su vida.
Que es el del huidizo, resbaloso, correlón, el del candidato inodoro, incoloro, insaboro e insípido que, además, se niega a dejarse ver, y confrontarse con el hombre que rueda por la vía de desalojarlo de la presidencia de la República.
Piensa Chávez (y no le falta razón) que Capriles va a pedirle cuentas del billón y medio de dólares ingresados en la Tesorería Nacional en los 5 años (2003-2008) del último ciclo alcista de los precios del crudo, y que se evaporaron sin resolver el déficit de 4 millones de viviendas que afecta a los venezolanos más pobres, la destrucción del sistema eléctrico nacional que genera apagones de hasta 5 horas diarias en las principales ciudades del país, y del colapso en la producción agrícola e industrial que nos tiene importando el 90 por ciento de lo que consumimos.
“¿Por qué presidente Chávez” y oigo la voz de Capriles ronca pero firme, cuidadosa pero afilada, “por qué en el último año del gobierno que presidió, por allá en 1998, el presidente Caldera, murieron en las calles de Venezuela, como resultado de la violencia, 5 mil venezolanos, y el año pasado, el penúltimo de su segundo período presidencial, hubo un saldo de 19.500 venezolanos asesinados?
O sea, presidente, que un asombroso e inexplicable crecimiento del 350 por ciento.
¿Sabía usted, presidente, o alguien se lo ha dicho, que tenemos el récord de más muertos por violencia carcelaria en el mundo, y que ni siquiera en países de la región que hasta quintuplican la población carcelaria venezolana, como Brasil y México, se producen tantos asesinatos y como consecuencia de riñas entre los presos?
Aquí también debo dar cifras: un promedio de 400 presos asesinados por año, habiendo uno en que, simplemente, el número da vértigo: 600
Presidente…un billón y medio de dólares…y ni una cárcel nueva, las mismas de los años 50, 60, 70 y 80, más de 20 mil presos hacinándose en galpones que llaman pabellones, en cuchitriles que llaman calabozos, sin atención especializada, ni vigilancia que se preocupe de otra cosa que no sea de la matraca, la represión y la extorsión y seres humanos dejados de la mano de Dios, sin planes de recreación y reinserción, de atención médica y psicológica.
Y lo que es peor presidente: sin el debido proceso…Porque pasan meses y hasta años para que tengan su primera audiencia, pero en sentido alguno para que se aligeren sus procesos y puedan ser llevados a juicio para que se establezca si son culpables o inocentes, se les dicte sentencia o se les mande a sus casas, sino para empezar un calvario donde no es extraño que tengan que pagar por un nuevo traslado a los tribunales, y que de allá los devuelvan, porque o el juez, o el fiscal, o el personal de secretaría, no asistió al acto.
Paso por alto, o mejor, no voy a explayarme mucho, presidente -porque es demasiado doloroso-en el horror de que las cárceles han pasado al control de bandas de la delincuencia organizada, que introducen armas, dinero y drogas en los recintos y usan a los presos como aguantadores y/o auxiliares de sus delitos.
Tenía tiempo que no lo veía, presidente (ahora se le ve muy poco), y cómo tengo semanas recorriendo el país, es casi un milagro hasta tropezarlo en sus antes crónicas. y ahora raras, cadenas de radio y televisión. Pero lo vi la otra noche anunciando una nueva misión (la Misión “Vida Venezuela”, creo que se llamaba ) que supuestamente va solucionar el problema de la inseguridad, y me preguntaba: Caramba, ¿13 años y ahora es cuando el presidente se da cuenta que hay un problema de inseguridad en el país, ahora es cuando percibe que el derecho a la vida se le arrebata día a día y noche a noche a cientos de venezolanos, y que sobrevivir a la acción del hampa es una hazaña de la cual no siempre se escapa ileso, y sin recibir heridas físicas o morales?
Pero aparte de eso presidente, ¡otra misión, cuántas misiones! Y vuelvo a preguntarme: ¿pero si esas misiones sirvieran para algo, el país tendría los problemas que tiene ahora, los problemas que lo agobian, que lo acosan, que lo destruyen?
Pues, yo creo que no presidente, que si en algo hubieran sido útiles, ayudarían a que la Venezuela que deja su gobierno. no haya pasado a ser sinónimo de horror: Barrio Adentro, Robinson, Milagro, Caricuao, Agro Venezuela, Amor Mayor, Negra Hipólita, Hijos de Venezuela, Saber y Trabajo, Misiòn Vivienda, y muchas, muchas más.
Primero, una misión cada mes, después cada semana y ahora cada día.
Pero los problemas, presidente, surgen, crecen y se multiplican hora a hora, minuto a minuto, segundo a segundo. Antes no había hospitales para los enfermos, después hospitales y médicos, y ahora, hospitales, médicos, ni medicinas.
Como fantasmas, merodean los enfermos por los hospitales, como sombras agónicas los ruletean sin posibilidad de encontrar una cama donde curarse y como condenados regresan a sus casas o ranchos a esperar que la muerte se apiade de ellos.
Y usted viene en la noche, da una cadena, y anuncia que creó otra misión, la misión “Sálvase quién pueda”. Digo yo, por decir algo.
Hay mucha gente rica en su gobierno, mucha gente. Algunos dicen que son los grandes depositantes de la banca suiza, otros de la portuguesa, otros de la banca alemana (hay banqueros cómplices en todos los bancos del mundo) y también que muchos de esos supermillonarios han sido funcionarios de las misiones, o de Mercal, o de Agroisleña (que usted llama ahora Agropatria), pero que fue estatizada y ha convertido en rastrojos lo que antes fueron campos fértiles y productivos.
Vamos ahora, presidente, a hablar de otro de los temas importantes que me trajo aquí, y del que estoy seguro van a querer oírlo los millones de venezolanos que nos ven está noche. Comienzo presidente, dígame: ¿qué pasó con PDVSA?
Y aquí en el estudio pareció producirse como un temblor, sonó como un fogonazo, hubo unas luces que se apagaron y otras que se encendieron, se vio como una sombra que huía y una palabra explotó en las pantallas de los televisores: NADA.
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