30/6/12

La declinación de los soles


No hace mucho Simón Alberto Consalvi nos decía en su columna semanal, y en una especie de piadosa versión de El Gendarme necesario, que el ascenso al poder de José María Vargas había sido un acto inoportuno y extemporáneo; que el país alzado en armas desde hacía varias décadas todavía no estaba preparado para un gobierno de corte civil como el que pretendió protagonizar el insigne médico en el año 35, cosa que el mismo Bolívar ya había presagiado de algún modo cuando propuso en su Discurso de Angostura la conformación de un Senado vitalicio compuesto por los héroes de la independencia, y que la historia del siglo XIX y principios del XX se encargó de confirmar con la siempre decidida y hasta "natural"  intervención de los militares en la política nacional. Lo que aquí se pretende decir, y a la luz de la política actual, sigue la misma lógica de pensamiento pero en un sentido contrario: los acontecimientos en estos catorce años de gobierno confirman  que una administración de tinte militar, de acate y mando, como la que hemos venido sufriendo durante estos años, se ha ido revelando, mediante la constante improvisación en los asuntos públicos y el fracaso de las muchas de las políticas públicas llevadas a cabo durante todo este tiempo,  como un gobierno improcedente y acuñado forzadamente en una país que, por el contrario,  clamaba por consolidar (y hasta democratizar ) definitivamente sus instituciones.
Cuando los países de este lado del mundo se rebelaron contra los partidos políticos tradicionales y surgió lo que se ha dado en llamar (no muy acertadamente, según mi parecer) el fenómeno de la "antipolítica", representada por hombres como Alberto Fujimori  o Abdalá Bucaram e, inclusive, el mismo  Evo Morales y hasta el ahora tristemente famoso Fernando Lugo, nosotros, tal vez obnubilados todavía por ese pasado señalado por Consalvi y por esa enseñanza patria que exalta las hazañas de nuestros héroes militares, nos decantamos, como era de esperarse, por un militar para que dirigiera nuestros destinos en los albores del siglo XXI. Ya muchos se habrán olvidado, pero era tanto el prestigio del que gozaban los militares para finales del siglo XX, que ante la corrupción imperante y la brecha que existía entre las necesidades de los ciudadanos y el accionar de los políticos,  era frecuente oír la frase de que el país en ese momento lo que necesitaba urgentemente era una "cachucha" (como dato curioso  también muchas madres de clase media no ocultaban sus preferencias por los egresados de la  Academia Militar para casar a sus hijas). Los militares eran además un estamento supuestamente disciplinado y, según se pensaba, se habían venido preparando para enfrentar y desarrollar cualquier actividad, por muy difícil que ello pudiera parecer, si así lo requería el país; el propio presidente de la república hizo mención a esto mismo en uno de sus primeros discursos que realizó al asumir el gobierno de la nación en el año 98. Por lo demás, si había alguien que le podría poner freno a la delincuencia eran esos señores que supuestamente se habían formado para contrarrestar la violencia y mantener el orden.
Aunque a estas alturas no hace falta ya mencionar la improvisación e ineficiencia que por el contrario ha reinado en estos años en todos los aspectos de la sociedad, aspectos que son abordados por institutos y ministerios donde predominan los representantes de las fuerzas armadas aunque me resulta irresistible, sin embargo,  no mencionar  la intención de meter otra Caracas dentro de la ya existente, como al parecer se viene haciendo a través de innumerables edificaciones construidas en una buena cantidad de terrenos expropiados al efecto , es de destacar el gran fracaso que ha habido en materias como la luz eléctrica o la inseguridad ciudadana. De los apagones es mucho por supuesto lo que se podría decir y, en cuanto a la inseguridad, basta leer el informe Violencia e Institucionalidad. Informe del Observatorio Venezolano de Violencia 2012, realizado por los académicos Olga Ávila, Alberto Camadiel y Roberto Briceño León, para darnos cuenta de la debilidad institucional a la que nos han conducido algunos de los que supuestamente sabían tanto de todo y especialmente del asunto de la violencia.
En fin, la percepción que tienen los ciudadanos sobre la profesionalidad de las fuerzas armadas no parece ser ahora la misma que se tenía en el pasado, gracias entre otras cosas a las acciones  y las funciones de gobierno llevadas a cabo por cierto número de sus miembros. A esto se suma, por cierto, las declaraciones de elementos provenientes de sus mismas filas sobre algunos uniformados portadores de "soles", como las dadas recientemente por el coronel Aponte Aponte.

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