Al
comentar las maromas verbales y reglamentarias que hace la Tibi para
favorecer a su jefe (que lo tiene, aunque ella es la cabeza de un poder
que se supone independiente), Marianella, mi queridísima amiga, me
escribe: “¡Esto es preocupante! ¿Cómo y qué podemos hacer ante el fraude
que nos tienen montado? Para eso sí son expertos. No tienen noción de
cómo manejar un país, pero a la hora de una tracalería, son summa cum laude.
Tienen en sus manos todo lo necesario para aplastarnos sin
misericordia. Catorce años llevamos en esto; en elecciones anteriores de
las que dicen “hemos ganado", a la larga, aun ganando, siempre salimos perdiendo. ¡Nos tienen montados en una olla para volvernos nada!”
Mi contestación,
fue sucinta: “Eso es lo que ellos creen. Pero con esfuerzo y voluntad,
prevaleceremos”. Cosa que no la convenció y volvió en sus trece: “¿Cómo?
Soy una pobre mortal que salgo a votar, hago cola, entrego la
documentación que me piden para constatar que existo, voto, meto mi
papeleta en una caja y, de ahí en adelante, son dueños de hacer lo que
les venga en ganas. Y no pasa nada. Se ha visto, en elecciones pasadas,
cajas (con votos, añado yo) en la basura, en depósitos que no son CNE y
al día de hoy, jamás las quejas han encontrado asidero, ni con Ezequiel
Zamora gritando, ni todos los que han hablado de fraude interminables
veces. ¡La ley del agote!”
No la convencí del
todo porque me contestó: “¡Ajá! Hasta ahora, tengo en eso los mismos
años que tiene el (pitico de censura) en el poder. Trabajo de hormiguita
que no llega a bachaco. ¡Nada que veo mis logros!” Le volví a contestar
con un simple: “Los verás ese día…” Y le prometí que amplificaría las
razones que hay para no desmayar. Son las que pongo en lo que queda de
espacio. No solo para ella sino para todos los que creen que están ante
una agotadora e ingrata tarea.
La labor no es fácil porque Marianella tiene razón: NPI de cómo manejar un país, pero en tracalerías, son summa cum laude.
Porque no tienen ni un átomo de escrúpulos cuando de eternizarse en el
poder se trata. Si hay que endeudar a la nación y su futuro para comprar
votos —que no conciencias, porque quien vende su voto por una pitanza
o, las más de las veces, por una promesa hueca, regresa a su casa
avergonzado de sí mismo—, ¡pues la endeudan! Si hay que corromper a los
altos cargos para mantenerse, ¡pues los corrompen porque para eso los
escogieron de entre los bien bribones! Si hay que apelar a la violencia
“institucional”, ¡pues para eso designan en los altos mandos a gente que
no tiene currículo sino prontuario y están dispuestos a blandir los
garrotes ellos mismos!
Aún así, sigo
convencido de que se puede prevalecer en los sufragios del 7-O y en los
posteriores. Se requiere constancia en la prédica a los indiferentes. No
hay que decirles por quién hay que sufragar; solo tratar de
convencerlos de ir a votar. Cuando estén frente a la máquina, ellos
sabrán qué hacer. Se necesita sembrar dudas entre los que parecen más
decididos a defender al régimen. Hay que ponerlos frente a las
inconsistencias para que descubran las mentiras de las cuales han sido
alimentados. Se precisa denunciar las tropelías, las coimas, las
ineficiencias. Y para eso, no hay que tener la fortuna de contar con un
espacio, como yo, en un periódico o en una televisora. Radio bemba es un
poderoso mecanismo. No quedarse callado es una obligación. Es menester
sobreponerse al temor para salir a las calles durante la campaña;
acompañar a los líderes; organizar reuniones entre los
vecinos y amigos en las que se repudie la abstención, se denuncie el
intento de manipulación electoral que tiene montado el oficialismo y se
invite a demostrar el civismo del que están revestidos nuestros paisanos
yendo a votar. Pero con el ejercicio del voto no termina la ímproba
tarea: hay que recordar una cuña muy vieja, “¡Guillo, que hay mucho
pillo!, y organizar la defensa de los resultados que surjan de los
escrutinios. Así, podremos prevalecer…
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