Las
primeras denuncias contra Makled aparecieron después del paro de
diciembre de 2002 y enero de 2003. Aunque los señalamientos en su contra
nunca salieron de los cuarteles, a partir de entonces su nombre figuró
en un informe de inteligencia militar que lo circunscribía a una mafia
de gasolina.
Sus cuentas bancarias empezaron a crecer en ese momento pero también las
cuentas con la justicia. De Walid Makled, quien enfrenta cargos por
narcotráfico, asesinato y asociación para delinquir, solo se sabía que
cuando el Gobierno más lo necesitó, ayudó a romper el paro petrolero con
una flota de camiones que puso a disposición de Petróleos de Venezuela.
Pocos meses después, esos mismos camiones fueron relacionados con una
mafia de combustible que iba y venía de Valencia.
Eso dice el sargento mayor de segunda del Ejército, Carlos Carreño, y
esta seguro de que el propio Makled figuraba en ese informe porque él
mismo lo redactó. “Yo era el gerente de seguridad de Pdvsa-Yagua y en mi
gestión empecé a notar que las cuentas no cuadraban”, afirma. “Makled y
su grupo se llevaban gasolina y la facturaban como kerosene, que es
siete veces más barata”.
Desde la cárcel de Ramo Verde, donde también enfrenta a la justicia por
otro caso, dice que está dispuesto a rendir testimonios frente a un juez
y sumar piezas para armar el rompecabezas de una mafia que ya en 2003
denunció por escrito ante el general Raúl Isaías Baduel, quien entonces
estaba al frente de la IV División Blindada del Ejército y hoy, ironías
de la vida, ocupa otra celda del Centro Nacional de Procesados Militares
de Ramo Verde, en Los Teques.
El principio
Carreño asegura que en 2003, cuando la tasa de cambio establecía cada
dólar a 1.400 bolívares de los de antes, Pdvsa-Yagua perdió 1.350
millones de bolívares por jornada. Es decir, cada día desaparecían más
de 950.000 dólares, casi un millón de billetes verdes que según su
testimonio, salían en las gandolas de Makled: “Se llevaban 48.000 litros
de gasolina en cada camión y en lugar de facturarlo a 5.490.000
bolívares, el gobernador Luis Felipe Acosta Carlez los cobraba
directamente a 4.000.000″.
Parece una novela policial. Y para sumar argumentos a la trama, Carreño
cuenta que un día encontró a Makled con el propio gobernador del estado
Carabobo haciendo negocios dentro de las instalaciones de Pdvsa. “Los
encontré en la entrada de Pdvsa-Yagua y cuando me vieron, se pusieron
tan nerviosos que a Acosta Carlez se le cayó un sobre manila”, dice.
“Del sobre salieron pacas de billetes de 50.000 bolívares de los viejos y
Acosta Carlez me dijo: ‘Mira ilustre, tu no has visto nada’”…
Este solo es el testimonio de un oficial a quien años después, la
justicia acusó por extorsión y cooperación en un asesinato. Se trata
-sin embargo- del encargado de Inteligencia Militar en tiempos del paro
petrolero. El general Baduel lo designó en esas funciones cuando estaba
al frente de la IV División Blindada del Ejército aunque luego le dio la
espalda cuando recibió el famoso informe: “‘¡Es Acosta!’, me respondió
para que me quedara tranquilo, y allí mismo me relevaron del cargo y
empezó una persecución en mi contra”.
La fractura
Desde su celda, Carreño garantiza que fue el primero en llamar la
atención contra Makled y una red de la que está convencido que conduce
al ex gobernador de Carabobo. De hecho, fue su caso uno de los que
terminó de enfrentar a las fichas que el Gobierno tenía en la región.
Hacía tiempo que se escuchaban fricciones entre la máxima autoridad
civil, el general retirado Luis Felipe Acosta Carlez, y la máxima
autoridad militar, el general Clíver Alcalá Cordones, pero fue
precisamente por ese sargento que terminaron sacando los trapos al sol.
Acosta Carlez acusó al comandante de la 41 Brigada Blindada y Guarnición
de Valencia de proteger a un delincuente dentro del cuartel y, en
respuesta, Alcalá Cordones convocó el 18 de abril de 2008 a todos los
medios, incluidos los privados, para presentar al sargento de segunda
Carlos Manuel Carreño Muñoz, a través de un video en el que ese mismo
oficial -la manzana de la discordia- sugería vínculos del contrabando de
combustible y el narcotráfico con células de la policía regional y el
propio Acosta Carlez.
“El Presidente está cegado sobre la conducta de este gobernador, y como
se lo dije a mi general Alcalá, si yo tengo que llevarlo a los sitios
donde yo se que se encuentran los tentáculos de las mafias, de las
drogas, de los contrabandos de este estado, lo voy a hacer”, sostuvo el
sargento en la grabación.
“Yo tengo conocimiento de las presiones que hizo (Acosta) Carlez para
que me mantuvieran retenido”, continuó. “Yo sé que el choque que tuve
con él fue porque yo era el jefe de seguridad de Pdvsa-Yagua y cuando
ocurrió el paro, le descubrí la mafia que tenía con el combustible junto
con los Makled”.
El impasse
El sargento mayor del Ejército, Carlos Carreño, fue recluido a partir de
noviembre de 2007 en la 41 Brigada Blindada, gracias a un beneficio que
un tribunal le otorgó luego de que el general Alcalá lo solicitará con
el argumento de que corría peligro en cualquier otro penal. Eso no gustó
al gobernador.
El toma y dame entre Acosta Carlez y Alcalá Cordones fue a mediados de
abril, pero tras bastidores el impasse empezó un par de semanas antes y
con el propio Presidente de testigo. Fue Chávez el que notó algo extraño
al cerrar elAló Presidente número 308 que dio en Guacara el 30 de marzo
de 2008. “¿Cómo es que el gobernador anda por un lado y el comandante
de la guarnición por otro?”, preguntó.
“‘Por la Gobernación yo no tengo ninguna novedad, solo puedo decirle que
tiene un delincuente en la Brigada’, dijo Acosta Carlez, y Alcalá
Cordones respondió: ‘Bueno mi Comandante, yo no se si es un delincuente
pero lo que sí creo es que no es más hampón que el Gobernador’”.
Es una escena que Alcalá Cordones contó al sargento de segunda Carlos
Carreño y de la que él se hace eco para insistir en su inocencia. “Si
soy culpable debo pagar, pero si soy inocente tengo que ser liberado”.
Eso dijo en el video que en 2008 difundió Alcalá Cordones y eso repite
cinco años después, tras reiterar que está en Ramo Verde por un delito
que no cometió. Pregunta, incluso, por qué los autores del crimen ya
están libres y él, acusado como cooperador, no ha recibido ninguno de
los beneficios que le corresponden desde hace dos años.
La coartada
Carreño dice que en diciembre de 2007 estaba en su casa de Bejuma, en el
sector La Lagunita, cuando escuchó un tiroteo entre bandas. La
situación se tornó tensa y tras los disparos, llamó a la policía para
reportar el asesinato del boxeador David José Paredes, del que la
justicia lo acusó como cooperador.
Todo, lo jura, se trata de un complot por las denuncias que formuló
mucho antes de que Acosta Carlez saliera por la puerta trasera y
reventara la trama del caso Makled. Aun después de ser destituido de
Pdvsa-Yagua y hasta preso, envió cartas a la Fiscalía General de la
República, la Asamblea Nacional y al Tribunal Supremo de Justicia, a
nombre del ex magistrado Eladio Aponte Aponte, para dejar constancia de
sus denuncias.
Repite incluso uno de los números telefónicos del palacio de Miraflores,
para indicar que fue por allí que dio cuenta de sus denuncias a la
funcionaria María Eugenia Castro Egui, cuyo nombre y firma apareció
-años después- en una carta que el 22 de enero de 2008 salió del
despacho de la Presidencia a la Fundación Makled agradeciendo la
promoción de la reforma constitucional.
El revuelo
Ese año los escándalos se residenciaron en Valencia. Como sucede ahora
con el avión que esta semana salió cargado de droga desde el aeropuerto
de esa ciudad, en marzo de 2008 encontraron más de tres toneladas en un
galpón de la zona industrial, ubicado en la prolongación de la avenida
Michelena.
Fueron dos cuartos tapiados de cocaína, una noticia que trajo cola aun
en esos días de Semana Santa. A partir de allí, las crónicas policiales
empezaron a advertir sobre mafias que habían permeado la aduana de
Puerto Cabello y el nombre de Walid Makled empezaba a asomarse en los
reportes de prensa.
El periodista Orel Sambrano acusó una serie de denuncias que terminaron
costándole la vida. “El narcotáfico ha penetrado todos los cuerpos
policiales”, advirtió el 26 de marzo en el semanario ABC de la semana,
en un trabajo que vinculaba a una lista de funcionarios de la Policía de
Carabobo con el empresario Walid Makled, quien -entre otros delitos-
hoy enfrenta a la justicia por el asesinato del comunicador.
En la misma onda de Sambrano, Clíver Alcalá Cordones entonces habló de
comisarios involucrados en la protección de narcotraficantes, a lo que
Luis Felipe Acosta Carlez reaccionó diciendo que no le extrañaría la
participación de la Fuerza Administrativa Antidrogas de Estados Unidos
(DEA, por sus siglas en inglés) con el objetivo de vincular al
presidente Hugo Chávez con el tráfico de drogas.
Fue esa una de las últimas veces que se vio a Acosta Carlez con el
respaldo del Gobierno y el partido. “Saldrás por la puerta de atrás”, le
dijo Chávez en junio por televisión tras confirmar que había dado
crédito a las denuncias que Alcalá Cordones formuló en su contra.
La defensa de Makled, por el contrario, ha venido insistiendo en otro
complot. A contracorriente de la opinión pública, ha sostenido que la
fortuna de su cliente salió de las almacenadoras que el propio Gobierno
le adjudicó en Puerto Cabello. Incluso, solicitó la participación del
general Clíver Alcalá Cordones en el proceso judicial, para que explique
por qué en 2008 advirtió sobre narcotraficantes vinculados al puerto de
Puerto Cabello.
El general Clíver Alcalá Cordones no fue admitido en la lista de
testigos. Tampoco el viceministro de Prevención y Seguridad Ciudadana,
Néstor Reverol, el ex presidente del Instituto Nacional de Aviación
Civil, Giuseppe Yofreda, y un primo del ministro de Interior y Justicia,
Tarek El Aissami.
A pesar de que la defensa promovió esos y otros testimonios, el sistema
judicial sacó del expediente a todos los nombres asociados directamente
con el Gobierno, por considerar que “no son pertinentes ni necesarios
para lograr esclarecer los hechos punibles”. De Ramo Verde ahora
apareció otro testigo. Dice que quiere contar cómo comenzó todo
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