En verdad os digo que esta comisión presidencial
para jurungar los restos de Bolívar ingresará con largueza al libro
Guiness en la sección de la adulancia sustentable, pero
cobrando:
El rostro del Libertador presentado en
cadena nacional el pasado 24 de julio, desde el palacio de Miraflores,
es una oda a la manipulación complaciente: Bolívar salto atrás con los
rasgos propios del mulato Machado – hijo del conde De la Granja con una
esclava mandingo - nos mira con la insolencia canaria de Francisco Tomás
Morales, pero con la mirada perdida de quien otea las rejas de una
licorería en día feriado, mostrando en la base de la nariz cuasi aguileña,
pero de aletas gruesas, para remarcar el parecido con Chávez,
quien se espeluscó, la marca de los Rayban, milagro del photoshop,
aunque, según encuentro en Noticias Centro, es un burdo plagio de una vieja
joda merideña.
Es que es tan fácil ponerse en unos reales
complaciendo los delirios racistas inversos de Chávez, quien como Boves, quiere un
país solo de negros, pero obedientes y agradecidos, para eso usa a
Aristóbulo, “el unicornio”, como símbolo del negro necesario. Me imagino
la desesperación del funcionariado alto y bajo, arrancando de las paredes
de sus despachos los antiguos cuadros “oligarcas” de Bolívar para sustituirlos
por la nueva imagen bolivariana, burda como todo lo hecho en socialismo,
que ni a balazos se hubiera levantado a la aristócrata María Teresa del
Toro y Alaiza, nada menos que en casa del marqués de Ustáriz, en el
mismísimo Madrid de Carlos IV de Borbón.
Un Bolívar paralelo Pero, lo cierto es que
este retrato fotochopiado, para seducir resentidos, contradice las
descripciones de personalidades de toda credibilidad que conocieron a
Bolívar y pelearon a su lado, como Guillermo Miller: “… las
mejillas sumidas, la cejas hirsutas, el pelo ondeado, rebelde; las patillas castañas claras, el
bigote castaño oscuro casi negro; la frente ocupa
mucha parte del rostro. La distancia entre la nariz y la boca es grande. La
nariz recta y larga y la barbilla aguda le asemejan al tipo vasco de sus
antepasados...”.
Luís Perú de Lacroix: La cabeza larga, ancha en
la parte superior y muy afilada en la inferior. La frente, grande,
despejada, cilíndrica y surcada de arrugas hondas. El pelo, crespo,
erizado, abundante y canoso. Los ojos son profundos, ni pequeños ni
grandes; las cejas, espesas, separadas, poco arqueadas y más canosas
que el pelo. La nariz, proporcionada. Los huesos de los carrillos,
agudos, y las mejillas, chupadas en la parte inferior. La boca,
algo grande, y saliente el labio inferior…”.
Iram Paulding, oficial estadounidense: “...
Era bien parecido tanto de semblante como de persona. Tenía la tez
trigueña, aunque realmente lo estaba más de lo que realmente era por
estar continuamente expuesto a las faenas e intemperie de una vida militar
en un clima cálido. Sus ojos tenían una expresión que no puede pintarse
ni con el pincel ni con la pluma. El color de ellos era castaño
oscuro…”.
Jeannete Hart, joven estadounidense, enamorada de
Bolívar: “El general Bolívar era el centro de las miradas y parece
quemado por el sol; su cara es angosta y alargada, enmarcada por cabellos
negros ligeramente ensortijados, de nariz fina y aguzada, barbilla
puntiaguda; su bigote es negro y sombrea una boca roja, carnosa y
sensual…”.
Francois Desiree Roulin: Médico y pintor francés
contratado por Francisco Antonio Zea para trabajar en el Museo de Ciencias
Naturales que quería establecer en Bogotá. El 15 de febrero de 1828
dibujó un perfil de Bolívar que ha sido modelo para casi todos los
pintores, grabadores y escultores modernos. Es el Bolívar de las monedas:
“…En su juventud había sido muy blanco, pero al cabo le había quedado la
tez bastante morena, quemada por el sol y las intemperies de quince años
de campañas y viajes. (…) Tenía la cabeza de regular volumen, pero
admirablemente conformada, deprimida en las sienes, prominente en las
partes anterior y superior, y más abultada aún en la posterior. El
desarrollo de la frente era enorme, pues ella solo comprendía bastante más de un tercio del rostro,
cuyo óvalo era largo, anguloso, agudo en la barba y de pómulos
pronunciados.
Algunos escritores han dicho que Bolívar
tenía la nariz aguileña, seguramente por no dar a este adjetivo su
acepción verdadera, que es la de lo corvo, como el pico del águila. El
Libertador tenía el perfil enteramente vascongado y griego,
principalmente por el corte del rostro, la pequeñez de la boca, la amplitud de la frente y la
rectitud de la nariz, muy finamente delineada. Al propio tiempo
que tenía la frente muy levantada en la región de los órganos de la
imaginación, era prominente en las cejas, bien arqueadas y extensas,
donde se ponían de manifiesto los signos de la perspicacia y de
prontitud y grandeza de percepción. Como tenía profundas las cuencas de
los ojos, éstos que eran negros, grandes y muy vivos, brillaban con un
fulgor eléctrico, concentrando su fuego cual si sus miradas surgiesen de
profundos focos”.
José Antonio Páez: Rostro feo, largo y moreno. Cejas espesas
y ojos negros, románticos en la meditación y vivaces en la acción. Pelo
negro cortado casi al rape, con crespos menudos. El labio inferior
protuberante y desdeñoso. Larga la nariz que cuelga de una
frente alta y angosta, casi sin formar
ángulo…".
El Bolívar de Bolívar El Libertador
certificó el retrato que le hiciera el artista José Gil de Castro en
Lima en 1825, que muestra un rostro perfilado, delgado, de frente
despejada, barbilla afilada y nariz larga y muy fina con las ventanas retraídas. En la dedicatoria de este
retrato el Libertador anota: “Retrato mío hecho en Lima de la más grande
exactitud y semejanza”.
Como
curiosidad la boca de este retrato fue copiada, con escaso logro,
derivando hacia la sonrisa de la Gioconda, por el “artista” que diseñó
el Bolívar de Chávez. Así que: Sale pa´llá.
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